88. Monocigóticas
He conseguido olvidarla un poquito ahora que tengo una mejor amiga. Aun así, su voz me asalta en el desayuno, en los trayectos al cole, mientras estudio, cuando bailo o hago gimnasia. Empieza con el tono lastimero y llorón con el que solía ablandarme; pronto se cansa y se vuelve exigente, chillona. Yo me pongo los cascos para no oírla. Subo el volumen a tope. Pero da igual. Ella insiste. No para hasta que admito lo mucho que la extraño y reconozco que con mi mejor amiga no tengo el poder de descifrar los pensamientos con la mirada. Entonces me lleno de ese vacío aterrador que casi me hunde cuando se fue. Y pienso en lo sola que está y lo a gusto que estaría yo en el hueco del ataúd desde el que siempre me llama.
Los gemelos e incluso también, los mellizos, tienen una conexión especial, más estrecha que la de los hermanos corrientes, o eso es lo que se dice. Tu protagonista sufre la ausencia de su hermana, aunque también su presencia, porque bien presente sigue a pesar de estar bajo tierra y, a ratos, la echa de menos.
Un abrazo y suerte, Elena
Gracias Ángel. Eso pretendía, narrar esa conexión especial que dicen tener los gemelos. Gracias por leer y comentar. Abrazos y suerte para ti también.
Elena, tu micro me ha resultado inquietante. Está claro que la gemela viva la echa de menos, pero aún así la presencia de la hermana muerta llega a ser fantasmagórica.
Un abrazo y suerte.
Gracias Rosalía, sí, últimamente estoy intentando introducir esa frágil línea que separa la realidad de lo desconocido, eso que nos inquieta, eso que rompe con las reglas de este mundo. A ver si me sale algo decente. Suerte para ti también y gracias por leer y comentar. Abrazos.