17. La botella de Martell (Jesús Alfonso Redondo Lavín)
Mi padre guardaba una botella de coñac Martell, una de las más exclusivas marcas de la bodega de la región francesa que da nombre a ese espirituoso.
─Esta botella la abriremos y la beberemos el día en que salga la noticia en primera página de todos los periódicos, comentaba a cualquiera que viniese a nuestra casa.
No sé definir lo que sentí, no sé qué mal fario me invadió, pero el 20 de noviembre de 1975, no me atreví a abrirla.
Hay cosas que se desean tanto que, cuando llegan, la propia reacción no es la esperada, porque realmente no nos conocemos demasiado bien. A ello se une que se produce un cambio y, unido a él, de forma inevitable, una incertidumbre. Por todo ello, la reacción de tu protagonista, por chocante que parezca, incluso para él mismo, no es tan extraña.
Un relato que recrea un hecho relevante de nuestra historia reciente, además de un estudio psicológico y, no sé si también, algo de autobiografía.
Un abrazo y suerte, Jesús
Gracias, Ángel. Pues es verdad lo de la botella de Martell.
Jesús, hemos coincidido en nuestros relatos en el motivo de la alegría por el mal ajeno. El tuyo con un coñac sin abrir y el mío con cava fluyendo a raudales. Hay alegrías que marcan de por vida.
Un abrazo.
Lo que sucedió es que mi padre murió 4 años antes que el nominado. No se por què echè la culpa a esa botella.
Uno de los acontecimientos más importantes de la historia reciente de este país. No es raro que se hayan escrito dos relatos sobre el tema.
Se nota que además hay una experiencia y una carga afectiva detrás.
Cuando yo nací había pasado 73 años desde la última guerra carlista. Cuando nació mi nieto había pasado 75 años desde que terminó la guerra civil. Me pregunto si mi nieto tendrá la misma memoria que yo.
Hola, Jesús:
Es cierto que cuando esperamos algo con ahínco demasiado tiempo no nos atrevemos a celebrarlo cuando llega. Es como si no nos lo acabáramos de creer. Y más aún si esa la botella estaba reservada y tu padre no llegó a abrirla. Tanto esperar, para no poder celebrarlo. Normal que diera mal fario.
Un abrazo y suerte.
Tienes razón, Rosalía.
Es un micro muy corto, intenso y con una gran historia. Me encanta que hayas utilizado la expresión «mal fario»
Para los que tenemos memoria de esos días, nos puede venir muy bien contarla en forma de relato.
Nos leemos
El recuerdo que me queda es ver a un grupo de fieles al caudillo, día y noche, apostados en silencio y de pie mirando, como los apóstoles a Cristo cuando subió a los cielos, hacia la habitación del hospital La Paz donde alargaban la agonía del viejo. Yo pasaba de ida y vuelta hacia y desde mi trabajo todos los días.
Hola, Jesús.
Es sorprendente la cantidad de historias que puede haber detras de un relato tan corto en el que, básicamente, una fecha podría ser el punto de partida en cualquiera las tres dimensiones temporales.
Me queda la intriga o la curiosidad de saber qué fue de aquella botella.
Un cálido saludo.
Pues la botella tuvo un proceso de evaporación lenta de su contenido debido a dos procesos físicos, la natural evaporación del alcohol y la báquica probación chupitera clandestina, hecha esta sin ninguna intención más allá de la degustativa. en cuanto a la botella contenedora, si no ha terminado en un vertedero o flotando en el mar con un mensaje, habrá sido reciclada ya más de 100 veces.
! Cuánto me hubiese gustado compartir esa botella, un chupito, por tu padre y por mí¡
Pero si tú eres abstemio. Agradezco la intención.