18. De Madrid al cielo (Juan Manuel Pérez Torres)
Madrid es frenética, impredecible, sangrienta y demente, una ciudad a la vanguardia y que, a la vez, atiende a las necesidades tradicionales. Cuando residía allí, la infelicidad se cebó conmigo con una crueldad que ni el más dramático de los clásicos del llanto podría haber imaginado. Malditas historias que otro día contaré.
Después de mucho tiempo, un asunto delicado me hizo volver a sus calles por unos días y, en la bulliciosa soledad de las estaciones de metro, rememoré mi relación con Almudena. Doliente sigo, aunque no distingo bien si es ella o la ciudad lo que me enerva, y de nuevo me siento seducido, ahora gravemente, por su lado oscuro, por la violencia y el poder que la envenena.
Lo que vine a hacer aquí se me ofrece gratuito y gratificante y no veo mejor modo ni ocasión, así que voy a tu barrio, localizo tu piso y me cuelo por la ventana en medio de la noche. Te muestras muy asustada hasta que al fin me reconoces y luego, atónita y atenta, escuchas mi confesión y mis alegres risotadas. La culpabilidad te agobia, te ahoga, te abruma, y mi conciencia, ya libre, comienza a volar atravesando las paredes.
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Me gusta el final sorpresivo, que me hace volver al título y reinterpretar la historia. ¡Suerte!
Gracias, Borja, por tu lectura y tu comentario. También ha sido sorpresivo para mí estar en la bundesliga. Te queremos por aquí. Un abrazo.
Un relato lleno de intensidad, con un protagonista que ha vivido con intensidad en una ciudad y una relación, con descripciones llenas de esrilo, como esa «bulliciosa soledad» del metro. Puede haber muerto, como sugiere el título y el hecho de atravesar paredes, y acude al domicilio de quien le rechazó para sobrecogerla y hacer que se sienta culpable, algo que a él le libera (Si no lo he interpretado bien corrígeme, por favor)
Un abrazo y suerte, Juan Manuel
Gracias por tu atenta lectura y tu certero comentario, Ángel. En efecto, es así. Pongamos que el espíritu de mi protagonista vagaba las sombras de la muerte con el remordimiento reverdecido, hasta que es capaz de apreciar que la verdadera causa de su suicidio no fue otra que su pareja. Es cuando encuentra la paz y el gozo eterno. No sin antes visitar, haciéndose visible, a Almudena para dejarle toda la culpabilidad del suceso y liberarse al fin de su pesar.
Un abrazo y suerte con Ajustes.
Penosa alma atormentada que vuelve al lugar de su autocrimen para buscar su salvación y vengarse de quien provocó su destrucción.
Menuda carambola, una construcción muy conseguida.
Muchas gracias, Rosa. Cierto es que, a veces, no se arreglan las cosas más que con espíritus. Un abrazo.
“De Madrid al cielo” podría ser una alego-ría de la audacia. Lo mismo te roban el corazón, que se cuelan por tu ventana con la excusa de que te llamas Almudena y eres más grande que la mismísima catedral.
En verdad, si el karma no llega solo hay que ir a buscarlo. A tu protagonista le pasa lo mismo que a la mayoría de personas: que hasta que no descargas la mochila en quien debería llevarla, no descansas. Es mejor hacerlo en vida, pero si no hay más remedio que hacerlo colándose por la ventana en modo fantasma, bienvenido sea.
Un abrazo y suerte.
Así es, Rosalía, a veces pagan los inocentes por las consecuencias de actos ajenos. El karma, que no es otra cosa que la justicia retributiva, va recolocando las cosas en su lugar adecuado y, más tarde o más temprano, cada cual carga con lo suyo.
Gracias por tu atención. Un abrazo.
Me encanta como has unido indisolublemente lo que tu personaje siente por la ciudad y por ese amor a Almudena. también me encantan los comentarios que has provocado.
Nos leemos
Tú sí que eres encantadora. Y benévolos tus ojos con la lectura. Me alegro mucho de que te guste, Isabel. Los comentarios son muy oportunos, en todos los sentidos, y enriquecen mucho, tanto al que escribe como al que lee.
Un abrazo y os seguimos leyendo.