36. La tesis
Después de acabar la carrera, el máster y tres años de investigación, llegó el día de la lectura de la tesis. Emma estaba que no cabía en sí. Satisfecha, feliz de haber llegado al último trámite del doctorado. Como amiga invitada me acomodé en un asiento del Salón de Grados con el resto de invitados. Desde aquel sitio imaginaba que titubeaba, que se quedaba en blanco, que no encontraba la respuesta y hacía el ridículo…
Entró el tribunal y se colocó en su sitio. Luego, tras las previas presentaciones, comenzó el acto. Crucé los dedos para que algunas de mis fantasías se hicieran realidad. Y llegó su turno: Emma hizo una defensa brillante.
De repente, el miembro de mayor edad dejó de entornar los ojos y preguntó con la intención de ponerla en un apuro, al tiempo que yo esbozaba una leve sonrisa. Pero entonces el profesor más joven interrumpió recordando que esa cuestión no formaba parte del debate: al parecer se había equivocado de tesis…
Como amigas como tu protagonista a Emma no le hacen falta enemigos, aunque ella parece por encima de todo. El deseo de su cínica acompañante de regodearse secretamente al verla fracasar no se cumplió, ni siquiera cuando un profesor parecía arrinconarla, al contrario, le imaginamos a él humillado ante su error y a Emma aún más apoyada por el resto.
Un relato en el que lo que se desea y lo que sucede no concuerdan, en el que los malos pensamientos, rayanos en la envidia, quedan sepultados bajo una realidad incontestable.
Un abrazo y suerte, Mª Paz
Huy qué bicho de amiga. Me alegro de que Emma haya salido airosa del trance, después de todo.
Muchos besos M.P.
Trama original e intrigante. Saludos y suerte.
Extraña relación de amistad la que describes. Imagino que Emma es una de esas personas que nacen con suerte y a las que la vida les sonríe. Y, por otra parte, la mala amiga es alguien que, a fuerza de compararse con Emma acaba sintiendo envidia y deseando que algo le salga mal para sentirse mejor ella misma.
La envidia es una emoción humana difícil de evitar, por eso ahí va mi solidaridad con esa «mala amiga». Emma me ha resultado un pelín repelente, como el resto de gente «perfecta» que te recuerda tus imperfecciones.
Un abrazo y suerte.
Con amigas así no hacen falta enemigas… Un original relato sobre la alegría causada por el mal ajeno. Un saludo y suerte.