60. Elementos
La noticia llegó al palacio a la hora de la taza de agua caliente (el té tardaría algunos años más) y la reina Isabel ahogó una risita malévola. La Grande y Felicísima Armada había fracasado. Quizá para evitar mostrar sus emociones delante de sus súbditos, decidió abandonar el salón del trono y salir a pasear al jardín. Las gotas de lluvia londinense acariciaban su níveo rostro, ahora sí, exultante. Su cabeza regia ya planificaba la formación de una poderosa contra armada. ¿Y pensar que nuestro archienemigo Felipe pidió mi mano? recordó. Y dominada por un ataque de risa, no reparó en el coqueto estanque que se abría a sus pies.
Toma, doble SCHADENFREUDE: el de Isabel al saber de la derrota de la invencible recordar a Felipe, y el que tenemos nosotros al verla caer al estanque. Muy buena revisión histórica.
Un abrazo y suerte.
La vida, por fortuna, suele repartir alegrías y desdichas. Esta monarca que tanto cuida las formas delante de sus súbditos, para hacer creer que es un ser superior, se sentirá muy turbada tras ese tropezón humedo que, con seguridad, provocará más de una risita, difícilmente reprimida entre quienes sean testigos.
Una reacción humana probable y una anécdota posible al amparo de un conocido hecho histórico. Alguien tenía que imaginar y escribir la letra pequeña.
Un abrazo y suerte, Raúl.
Así es, Ángel. Las alegrías al igual que las tristezas van por barrios (o por reinos)
Muchísimas gracias.
Y luego vendría la derrota de la Contra Armada de Francis Drake. Muchísimas gracias Rosalía.
Una recreación de la historia muy en la línea de aquella sociedad puritana. Quien mejor que la reina podría disimular de ese modo.
Una gracia “el coqueto estanque”.
Más difícil va a tener que disimular su torpeza, calada como está hasta los huesos.
Muchas gracias Rosa por tu comentario.