73. El maratón
Un hombre desconocido menudo y enjuto va en cabeza. Se prepara para el esprint final. El corredor
favorito se pone nervioso, intenta alcanzarlo y no contempla una derrota. Acelera. Son aún dos
vueltas al circuito. Sin embargo, el hombrecillo al que le va la vida en la competición es veloz y los
deja a todos atrás. Su fuerza y tesón lo catapultan al primer puesto. Desde una de las salidas se ve
avanzar hacia el campeón una pareja de la policía de fronteras que le arresta. El segundón se ríe
para adentro. Y ahora sí, el vencido aspirante de nuevo a vencedor recupera el brío y la creencia en
la justicia divina. Le espera el escalón más alto del podio flanqueado por los dos finalistas y jaleado
por el público que se le entregará sin condiciones. Los vítores se suceden, las felicitaciones del resto
de participantes no le dan respiro, se deja llevar a hombros, le rocían con champán, le dan palmadas
en la espalda. Se pierde en la fiesta, los flases, la emoción, las risas, el regocijo, el ictus.
Él se rio de la desgracia de quien le había superado, todos nos reímos de su desgracia final.
Un relato que da un vuelco impresionante con solo una palabra, la última.
Cuánto tiempo sin leerte, Mei.
Un abrazo y suerte
Cierto, Mei, coincido con la apreciación de Ángel sobre la última palabra. Ojalá hubiera ganado el hombrecillo enjuto, al que en justicia le correspondía.
Un abrazo y suerte.