76. Ni puta gracia (La Marca Amarilla)
Juan se resignaba a recibir las humillantes collejas que le propinaba Marcelo en el recreo, collejas amenizadas con las risas de sus cuatro palmeros. Este martirio duró un par de largos trimestres en los que nadie, nadie, dijo o hizo nada. Nada, hasta que un profe nuevo pilló a Marcelo ejecutando su ritual de autoafirmación con Juan y le ordenó que acudiera de inmediato al despacho de la Directora.
Entonces sí, entonces muchos compañeros de Juan se mofaron aliviados al comprobar que por fin Marcelo pagaría por sus odiosas maneras, incluso a sus compinches se les escaparon unas sonrisas traicioneras.
Pero Juan no se alegró pues intuía que Marcelo era también, seguramente, otra victima. Sospechaba que las heridas de las que alardeaba como propias de batallas entre gallitos de barrio no se correspondían a dichas fábulas. Y pudo comprobarlo cuando tras una semana de expulsión, el matón regresó corderito y con un moratón en el pómulo izquierdo por culpa de “una puerta del armario que se quedó abierta”.
Esa mañana, en el recreo, Juan se acercó a Marcelo y le dijo:
– Si tienes problemas con los armarios de tu casa, podemos hablarlo.
Reírse del mal ajeno es muy humano, como un tic automático y psicológico. Comprender y empatizar con la desgracia de otro también lo es, muestra de que somos capaces de lo mejor, en un relato en el que, también, las actuaciones negativas son consecuencia de miedo, de la frustración, de sentirse perdido, de la mala influencia, estigmas que pueden superarse si se detectan a tiempo y se encuentra un apoyo sincero. Otra cosa que queda de manifiesto es lo voluble de algunos individuos, siempre al son que más calienta, con una fidelidad solo de circunstancias.
Un abrazo y suerte, Marca ¡campeón!
Muchas gracias por tu comentario, Ángel, campeón!!
La verdad es que he querido darle la vuelta, no siempre nos alegramos del mal ajeno, como bien dices!!
Abrazo!! 😉
¡Cómo me ha gustado ese final!
En general, me ha gustado mucho todo el tono del relato, qué bien llevado está, cómo narra una situación por desgracia más frecuente de lo que nos gustaría, mezclando las desgracias de distintos tipos de los dos protagonistas. Pero esa guinda final, esa empatía del sufridor hacia el vencido me ha emocionado.
Mucha suerte.
Ana María, gracias por tu comentario, me alegra que te haya emocionado. Es cierto que he querido transmitir la empatía del personaje!!
Saludos! 😉
Genial todo el micro, en especial la última frase. Qué buena gente ese Juan, qué empático. Les deja el shadenfreude a los demás.
Es un alivio ver un personaje que no es vengativo ni rencoroso entre tanta inquina.
Un abrazo y suerte.
Efectivamente, Rosalía, les deja el shadenfreude a los demás!!
Gracias por tu generoso comentario!!
Saludos! 😉
Si ,el tema del acoso tien muchas miradas, y la tuya me ha parecido muy acertada. Juan ha demostrado, con su actitud, que la espiral de violencia se puede parar y reconvertir.
Un saludo.
Totalmente de acuerdo contigo, Rosa!!
Gracias por tu comentario!!
Gracias!! 😊