10. Apreciaciones
Llevo horas delante del espejo. Me resulta extraño verme sin ropa ni adornos. Mi cuerpo desnudo, el espejo y yo; solamente los tres, un buen número. O igual no, dicen que dos son compañía, tres multitud. Y a mí nunca me gustaron los ménage à tróis, siempre termina estorbando uno. Hoy, apuesto a que es mi cuerpo el que sobra. Si me viese Freud, hablaría de pulsiones, del yo, del narcisismo o del autoerotismo. Y suena bien: la soledad y el erotismo pasado el meridiano. Es más divertido que charlar sobre los beneficios de comer fruta a diario. Pero yo diré que, a la vejez, viruelas. Viruelas y la resaca de los años, los estragos gravitatorios, las deformaciones artríticas y el resto de alifafes que me van desdibujando. Me rediseñan a su antojo. Descodifican la fecha de caducidad en mis arrugas, mientras los recuerdos se me enredan con las canas y los poros de la piel se agrandan, tanto que por alguno se escaparan los veintiún gramos de mi alma. Aunque no será hoy, no porque todavía no he acabado de contemplar este cuerpo imperfecto, finito. Creo que hoy retiraré mi apuesta y, quizás, más tarde, el espejo.
El espejo es nuestro reflejo implacable, la prueba de que cada vez somos más incompletos e imperfectos y, lo que es peor, menos tiempo nos queda. Por un lado está bien que nos lo recuerde, si ello supone aprovechar más la vida y sus momentos. Por otro, tampoco hace falta que se nos restriegue tsnto que el envoltorio que nos cubre se degrada, porque por dentro siempre somos jóvenes, todo es cuestión de a qué apreciaciones le damos mayor valor.
Un abrazo y suerte con este reflexivo y existencial relato, Aurora.
Bien cierto, Ángel, todo es cuestión de apreciaciones. Muchas gracias por tu lectura y comentario.
¡Abrazo!
Cuántas razón, Aurora, y que bien contado. Retiremos los espejos y disfrutemos de nuestra imperfección y nuestra finitud mientras podamos.
Un abrazo y suerte.
Eso es, Rosalía, tenemos que disfrutar el momento y disfrutar a tope. Mil gracias por leer y comentar.
¡Abrazo!
¡Ay! esos alifafes que se pegan como lapas a nosotros un buen día, y nos acompañan para el resto.
Muy bueno, al final gana su “cuerpo imperfecto”. Qué imperfecto ni ocho cuartos!. Aceptar el paso de los años es preciso para seguir conviviendo con nuestro yo. Que le den al espejo y a todos los que sólo creen en la imagen.
Estoy contigo, Rosa, qué les den a los alifafes jajaja
Muchísimas por tu comentario y lectura.
¡Abrazo!
Un relato realista que trata de la decrepitud del cuerpo con los años, contado de una forma bella. Una contradicción que no lo es tanto si, como dice Ángel, en nuestro interior mantenemos joven el espíritu.
Ese tercer personaje de la historia, el espejo, es como el Pepito Grillo que nos dice la verdad. Me ha gustado mucho Aurora
Estoy contigo, Pilar, el espejo no miente como Pepito. Suerte que el espíritu se mantiene joven. Mil gracias por leer y comentar.
¡Abrazo!
Preciosa la historia, muy bonita la manera de contarla y espectacular el final. Quizás tú protagonista debería plantearse hacer añicos ese espejo y hacer las paces con su cuerpo, seguro que así los dos serían más felices, el cuerpo y ella.
Un abrazo suerte, Aurora.
Ana Mª, pues ahora que lo dices, no está mal eso de hacer añicos el espejo… ummm, buena idea…
Muchísimas gracias por leer y comentar.
¡Abrazo!
Magnífico texto, Aurora. Un monólogo interior frente al espejo, lleno de lirismo y narrado de una manera bellísima.
¡Felicidades!
Muchas gracias por leer el texto, Javier, espero leer el tuyo pronto.
¡Abrazo!
¡Qué bonito Aurora! Esa eterna lucha que tenemos contra la decrepitud, las canas, las arrugas, contada de una manera preciosa. Tiene un montón de detalles a cada cual más poético y bello, me gusta mucho el de los veintiún gramos del alma escapando por los poros. Mi más sincera enhorabuena!!!
Es verdad, Sara, una lucha constante, si no es por una cosa, es por otra… Mil gracias por tu lectura y comentario.
¡Abrazo!
Me gusta ese trío: mi cuerpo, yo, el espejo. La materia que me conforma, mi esencia intangible, el aspecto exterior. Buen material para un relato que va a la esencia. Un abrazo y suerte, Aurora.
Un trío esencialista, a ver cómo terminan… Muchísimas gracias por tu comentario, Antonio .
¡Abrazo!
Hola Aurora:
Acabo de leer de nuevo tu relato, algo que hago de vez en cuando con los que me dejan un buen recuerdo en la memoria para saber si la segunda lectura resulta tan satisfactoria como la primera. Oye, como si fuera un espejo, pero esta vez brilla aun más. No me ocurre como a tu protagonista, no se percibe wabi sabi alguno en su factura.
Un micro de largo recorrido, lo merece.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias por tu comentario, Javier, siempre tan amable.
No sé yo, pero a mí me está enseñando muchas cosas el wabi sabi, ahora lo veo todo con otros ojos jajaja (tengo que agradecérselo a Jams por proponerlo como tema en la
convocatoria, gracias, Juan)
Espero leer pronto tu relato, Javier.
¡Abrazo!
Preciosa historia, Aurora. Todo un canto a eliminar lo que nos recuerda el pasado o nos adelanta el futuro y no nos deja disfrutar de lo verdaderamente importante: el presente. Me ha gustado mucho. Suerte y un abrazo
Es verdad, Jesús, hay que disfrutar el presente ¡carpe diem! A veces se nos olvida, al menos a mí…
Muchas gracias por tu lectura y comentario.
¡Abrazo!