19. KINTSUGI (Paloma Casado)
Une con mimo los pedazos del jarrón heredado de sus antepasados que por torpeza ha dejado caer. Sabe que después del barniz dorado lucirá unas cicatrices brillantes que lo harán más hermoso. Son similares -reflexiona- a las arrugas de un rostro. Ambas: cicatrices y arrugas hablan del paso del tiempo, al igual que los jardines construidos para la observación de las estaciones del año. Sin embargo, a las nuevas generaciones solo parece interesarles el esplendor de la primavera o la productiva madurez del verano.
Hoy ha sido su último día de trabajo, mañana cumplirá 80 años. Sabe qué futuro le espera a una anciana que ha dejado de ser parte del engranaje social para convertirse en una carga, en alguien anónimo condenado a la soledad. Hace tiempo que decidió la forma más honorable de celebrar su aniversario: se levantará a la misma hora de siempre y tras asearse y vestirse con su mejor kimono visitará a su marido en el cementerio. Después dirigirá sus pasos hacia el pequeño bosque cercano que siempre le gustó. Allí, en el lugar más recóndito, buscará un árbol antiguo con una rama que no se deje vencer.
Nunca somos completos, ni perfectos, ni eternos, pero todas las fases de la existencia tienen su atractivo. Los japoneses lo saben bien al reparar jarras y jarrones, añadiendo belleza donde parece que no la hay; lo de «la arruga es bella» tiene su fundamento. No obstante, todo llega a su fin. Tu protagonista ha decidido el momento del suyo, una decisión con muchas posibles calificaciones y algunas contradictotias: polémica, valiente, cobarde, pero en cualquier caso, personal y, por ello, puede que también respetable.
Un abrazo y suerte, Paloma
Pues si, ha decidido que ha llegado su hora de partir. No quiere sentirse un estorbo,
Un final expresado de un modo muy elegante.
Pordios Paloma, pero cómo se puede escribir tan bien.
Te ha quedado my chulo.
Gracias por pasaros a comentar. La verdad es que he visto un documental sobre los ancianos en Japón que me ha inspirado esta historia. En él se cuenta que hay ancianos que cometen pequeños robos para ir a la cárcel y tener así asegurada cama y comida. También muchos que se suicidan. Japón no es país para viejos.
Que historia, Paloma, triste y bella a la vez. Triste por lo que cuenta, y bella por cómo la cuentas tú.
Una pena sentir que, después de una vida siendo un engranaje para la sociedad, acabemos convertidos en un estorbo. Cada vez nos parecemos más a Japón, y no es lo bueno precisamente.
Un abrazo y suerte.
Bello y desolador a la vez, y está escrito con una prosa muy delicada. Me ha gustado mucho, ¡enhorabuena y suerte!
Un relato bellamente terrible, que nos saca a los lectores de esa imagen bucólica e idealizada que muchos tenemos de Japón.
Me ha gustado mucho, Paloma.
Abrazos y suerte🤗🤗😇😇
La cara oculta de la inalterabilidad oriental. Impactante ese final tan bien sugerido. Saludos.
Muy hermoso y con la maestría habitual. Enhorabuena, Paloma.
La hermosura que vemos en la interacción con el jarrón se torna en un cierre que imaginamos duro, definitivo y que te deja resonando la historia en los oídos. Muy bueno. Suerte