57. El elefante de la suerte
Bongani me regaló un pequeño elefante de cerámica. Me lo entregó con los ojos agachados en señal de agradecimiento por ayudarlo a regularizar sus papeles, y me aseguró que me traería suerte. Lo acepté amablemente y debo reconocer que sin convicción. No soy supersticiosa. No creo en chamanismos ni cosas por el estilo contrarias a la razón. Y lo olvidé sobre una balda cualquiera del aparador.
Lo cierto es que no dejaron de sucederme cosas buenas en los siguientes meses: me despidieron del bufete de abogados donde padecía una jornada inflexible y un trato despectivo. Luego, para ahorrar, dejé el piso que tenía en alquiler cuyas manchas de humedad provocaban mis frecuentes alergias y, temporalmente, regresé a casa de mis padres. Hacía tiempo que no contemplaba unos rostros tan alegres y que no comía en condiciones. Además, me dejaron en paz los malditos brotes de rosácea: eliminado el estrés, regresó mi piel de nácar.
Pero, un aciago jueves de marzo, un execrable atentado acaparó todas las portadas del mundo. Bongani se hallaba entre las víctimas y, tras las concentraciones de repulsa y los homenajes, le concedieron la nacionalidad. Sobrecogida, recordé que el elefante se había hecho añicos durante la mudanza.
María José, qué poderosa es la fuerza de la expectativa, ese efecto Rosenthal, o Pigmalión, que nos hace creer que pueden suceder cosas buenas, o que podemos alcanzar metas que en principio parecen imposibles. Tu protagonista analiza lo que le sucede dándole un valor positivo, de buena suerte, y solo es consciente de que el elefante se rompió después del trágico atentado.
En realidad todas las creencias irracionales, como el tarot o el horóscopo, se basan en este principio aunque, claro, los propios «creyentes» no lo saben. Y cuando lo descubren, dejan de creer.
En resumen: que me ha gustado mucho tu micro, tiene mucha miga.
Un abrazo y suerte.
Va a ser verdad lo que algunos sostienen, cuando afirman que todo está en la mente. Más importante que lo que nos sucede es cómo nos lo tomamos. Una figurilla no tiene poder, la mente sí, pero es cierto que a veces se necesitan objetos externos o creencias de algún tipo a las que aferrarse.
Un relato para la reflexión, con la supuesta suerte como ingrediente fundamental.
Un abrazo y suerte, María José.
Vaya, pobre personaje, que sufre la suerte de ese elefante. Mágico micro, con crítica social y que nos lleva de la desesperanza a la alegría, efímera, eso sí. Mucha suerte
Hola María José:
Tú relato es un claro ejemplo de que todo depende de la perspectiva, de la motivación. Y a veces un detalle grande o pequeño, como una simple figura, nos lleva a ver negro donde vimos blanco.
Un buen relato, enhorabuena
Nadie está tocado por una varita mágica ni hay amuleto que ahuyente la realidad. Todo es producto de nuestras propias decisiones. En el caso Bongani, la triste casualidad ha querido que se encontrase entre las víctimas de un terrible atentado y nada tiene que ver la rotura del elefante. En la vida a unos les va bien y a otros mal. No hay nada perfecto…
Muchísimas gracias, Rosalía, Ángel, Jesús y Alberto por leer y comentar. Un abrazo 🤗