Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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61. A prueba de todo

De jóvenes bromeábamos diciendo que no existía nada capaz de despeinar a nuestro amigo Nono —tal era la sensación que transmitía su siempre impecable tupé—, cuando no inventábamos cosas similares sobre el resto de su persona. Porque Nono era sabio como el rey Salomón en poder de su anillo, valiente como el hijo de Simbad con su cinturón mágico, fuerte como el dios Thor empuñando su martillo Mjölnir, apuesto como todos ellos juntos. Nono atesoraba tantas virtudes en su ser que se nos antojaba poco menos que invulnerable.

 

No es extraño, pues, que su prematuro final supusiera un enorme varapalo para nosotros. En parte por privarnos en adelante de su grata y querida presencia. Pero sobre todo porque socavó los mayores fundamentos que hasta ese momento teníamos acerca de la existencia. Resultaba desolador contemplar su figura tumbada en la cabina del tanatorio. La enfermedad había hecho estragos en su fisonomía: afilado su nariz de corte griego, deformado sus antes delicadas manos, aflojado su enérgico mentón, borrado la eterna sonrisa de su boca. Nada, en fin, quedaba en él de aquel estado de fábula que siempre mostrara en vida, si no era ese fantástico peinado pompadour, sin una sola greña.

14 Responses

  1. Rosalía Guerrero

    Enrique, no somos nada, el mismo fin nos espera todos, a pesar de la apariencia de invulnerabilidad, pero al menos Nono conservó su magnífico tupé. Ni siquiera la Parca pudo con él.
    Un abrazo y suerte.

    1. Enrique Mochón Romera

      Muchas gracias, Rosalía. Así es; todos nos iremos algún día, y supongo que sería bueno tenerlo en cuenta, aunque sólo fuera a ratos. Me gusta esa idea tuya del tupé de Nono como una victoria, aunque fuera parcial, ante la Parca. Otro abrazo para ti.

  2. Ángel Saiz Mora

    Conservar el pelo es algo que la mayoría deseamos, pero la genética es quien manda. La fisonomía capilar determina en buena parte la del conjunto de una persona. Hay quien, de forma innata, lo conserva, proporcionando la imagen de una eterna juventud. El problema es que la misma naturaleza que en un aspecto puede ser generosa, en otros no concede tregua y, como si de una necesidad de equilibrio se tratase, hace aguas por otros puntos menos vistosos, incluso internos, de los que no se ven, pero también más vitales. Seguro que tu protagonista hubiese preferido más alopecia a cambio de mejor salud y, por tanto, mayor calidad y tiempo de vida.
    Un relato agridulce, divertido y dramático, con un personaje, Nono, que aparece en muchos de tus excelentes relatos, a quien le han sucedido tantas e imaginativas cosas, y las que le quedan, que lo hacen del todo entrañable.
    Un abrazo y suerte, Enrique

    1. Enrique Mochón Romera

      Muchas gracias, Ángel. Seguro que Nono estaría de acuerdo con todo lo que dices, sobre todo en valorar más su salud que el tupé, aunque seguramente lo de estar sano lo daba por hecho, como nos suele pasar a todos hasta que dejamos de estarlo. Me alegra lo que dices de Nono, aunque me has hecho darme cuenta de que esta vez me lo he cargado, jajajja. La verdad es que empecé, y lo sigo haciendo, llamando así de forma provisional a los personajes y al final no vi ningún inconveniente en mandar así el manuscrito del libro a la editorial. Un placer siempre recibir tus entrañables comentarios. Otro abrazo para ti.

    1. Enrique Mochón Romera

      Muchas gracias, Jesús. Ojalá pudiéramos apreciar siempre el valor de la vida con esa perspectiva. Un abrazo.

  3. Rosa Gómez Gómez

    Todos tenemos que morir, es de las pocas certezas del ser humano. Da igual quienes hayamos sido.
    Un relato ejemplarizante.

  4. Hola Enrique, creo que sensaciones parecidas hemos tenido todos en alguna reunión de antiguos alumnos, etc, jeje.
    Sin duda ese tal Nono se esforzaba mucho en mantener sus poderes, pero al final sólo conservó uno (y por los pelos)
    Un micro muy visual y afilado. Enhorabuena y suerte

    1. Enrique Mochón Romera

      Muchas gracias, Alberto. Precisamente en una de nuestras reuniones de antiguos compañeros, uno de ellos, que ya era calvo cuando joven, confesaba entre bromas sentir satisfacción de ver que ya no era el único.
      Aprovecho para desearte mucha suerte en la final del próximo lunes. Me parece un relato fantástico, lleno de personalidad creativa, acorde con el gran papel que has hecho en esta edición de Relatos en Cadena. Un abrazo.

  5. Aurora Rapún

    Pues te digo una cosa, Enrique, conservar es tupé no es misión fácil. Al menos mantuvo su personalidad hasta el final, el pobre Nono. Un abrazo fuerte y mucha suerte.

  6. Enrique Mochón Romera

    Muchas gracias, Aurora. Qué va a ser fácil, jajaja, y yo apuesto por que Nono sintiera algo de satisfacción en sus últimos instantes por esta circunstancia. Otro abrazo fuerte para ti.

  7. Siempre encontramos algo que esquiva al inexorable desgaste que provoca el paso del tiempo, que consuma con la desaparición y remata con el olvido. Ese punto de apoyo es nuestro pequeño salvoconducto a la cordura, el delicado agarre de una existencia tercamente cruda.
    Una entrañable reflexión sobre la fragilidad de las referencias vitales sobre las que nos construimos. Una historia de calado que tú, como pocos mi querido Enrique, eres capaz de transmitir con aparente sencillez.
    Un placer leerte, como siempre.
    Un abrazo.

    1. Enrique Mochón Romera

      Cuánto me alegra tu visita, Antonio. Muchas gracias por todo lo que dices. Ya se sabe que basta con mostrar una imagen para que cada uno piense sobre lo que esta muestra. Veo que sigue en forma tu gran capacidad filosófica y que tus reflexiones, como es habitual, han llegado más allá de mi intención, dándole una mayor dimensión —en todos los aspectos— al relato. Seguimos en contacto, querido amigo. Otro abrazo para ti.

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