30. Dedicación exclusiva
Mientras le vendaba los ojos, el verdugo recordó la gélida madrugada en que empezó todo. Aún conservaba en la memoria el aliento cálido de aquel condenado. No le costó girar la manivela porque entonces era un joven decidido. Ahora, sin embargo, muchas ejecuciones después habían crecido los inconvenientes. Su familia insistía en que cambiara de oficio, los amigos le hacían el vacío y esos malditos temblores de las manos no cesaban. Temía que todo ello perjudicara la calidad de su trabajo. Él se aferraba al hilo invisible que lo unía inquebrantablemente a sus víctimas. Eran lo más sagrado para él. Por nada del mundo se permitiría defraudarlas.
Cualquier momento pasado fue mejor si el empuje de la juventud, como también la falta de perspectiva completa de los pocos años, se traduce en la decisión vital que mueve a los que están seguros de sí mismos y de lo que hacen, algo que ve tambalearse tu protagonista, acuciado por la presión social y los achaques físicos, que socavan al más fuerte y comprometido.
Un abrazo y suerte, José Luis
Ante todo servir al cliente. Un relato impactante, con cierto aire siniestro y un sutil humor negro. No puedo por menos de imaginarme al verdugo berlanguiano, aquel hombre que no sabía decir que no. Saludos y suerte, José Luis.
Esta claro que, hagas lo que hagas, hazlo bien. Muy surrealista, mola.
Un abrazo y suerte.
Tu relato también me ha recordado la película de Berlanga. Surrealismo, humor negro y añoranza de un tiempo pasado.
Suerte.