29. Edad amarilla
Entre enormes girasoles de un amarillo ceniciento, la niña de gafas sonríe, escondiendo el vacío que dejó la reciente pérdida de uno de sus dientes. Y se encoge entre las enormes flores ya resecas y cargadas de semillas.
Parece que su blanca piel de invierno empezara a colorearse por el efecto del sol del verano del sur. Que pica más que el del año pasado.
‘¿Nos podemos ir ya?’, parece preguntar, incómoda.
Desde detrás del objetivo se oyen varios clics y una admiración muda del paisaje, revisitado tras un largo año de espera.
Mientras, el calor sigue subiendo como si no hubiera límites en la escala Celsius.
En el álbum la foto, revelada en un verano sin fecha concreta, continúa amarilleando. Como la infancia, tan lejana, que se oculta tras las abrasadas flores del campo.
Hay momentos que quedan en la memoria sin ser especialmente significativos o importantes en nuestra trayectoria. El motivo debe de ser que fueron felices, sin más (y nada menos) algo de lo que no nos damos cuenta hasta mucho después, tanto más cuanto más amarillea la foto, física y mental.
Un relato coloreado con el amarillo del tiempo, de la nostalgia y de lo que no volverá.
Un abrazo y suerte, Esperanza
Las fotos de antes guardadas en álbumes son un tesoro. A veces los repasas y siempre encuentras un detalle diferente que se te había pasado por alto.
Y junto con ellas, las películas de Super-8, inspiración de este relato. Recuerdo vernos a mi y a mis hermanas, blancas como leche, esperando a que mi padre dijera ¡ya! o algo así, y él estaba grabando los girasoles de detrás 😀
Un abrazo.
Gracias Ángel
Creo que la gente más joven no lo acaba de entender, pero para mí la fotografía sigue conservando la magia, ese poder de atrapar un instante y congelarlo para siempre. Ahora vivimos rodeados de imágenes, pero hubo un tiempo en que solo te atrevías a disparar cuando tenias la certeza de tener el encuadre y el fondo perfecto, no fueras a acabarte el carrete.
Tu micro me recuerda a esas fotos sin píxeles, con un formato que podía amarillear con el tiempo.
Un abrazo y suerte.
Ahora, como todo, tenemos tanto tanto de todo (las fotos son un muy buen ejemplo) y es tan fácil conseguirlo, que no lo apreciamos.
Cuando el carrete te daba para 12 o 24 y un par se te velaban o salían movidas, era una tragedia. Las que quedaban bien iban al álbum debajo de su plástico. Un tesoro no apreciado a veces.
Un abrazo Rosalía
Gracias
Me ha gustado muchísimo este tono de nostalgia que impregna el relato, con las fotos de antes y el color amarillo como hilos de trama. También son amarillos los girasoles y el sol del verano. En tu relato, Esperanza, la nostalgia se visualiza.
Enhorabuena.