88. Lo que me quedaba
Si yo pudiera expresarme, y en caso de que lo hiciera sirviera para algo, intentaría que no me traquetearan tanto para meterme con esa maldita grúa de hierro en la calentuza piscina. Qué sí, qué ya sé porque lo hacen. Pero a mí me vienen los recuerdos de la alberca del pueblo y su agua fresca. Y me veo allí de niña hasta bien madura.
De niña, a lo loco, como si el mundo no tuviera nada mejor y se acabara en mi horizonte. De jovenzuela, ya se sabe, el primer beso subacuático y demás maravillas.
Ya en época de madurez, recuerdo como me tumbaba siempre en el mismo espacio de hierba para secarme al sol. Sabía que él habitaba debajo y que después me acercaría a dejarle unas flores a mi Laura mientras le contaba otra vez como lo hice; con la seguridad de que nunca se cansaba de escucharlo.
Corrígeme si me equivoco (lo digo desde el principio). Tu protagonista puede haber sufrido un grave accidente, ha de someterse a rehabilitación en una piscina que le recuerda la alberca de su niñez y juventud, gratos recuerdos que quedan anulados por la realidad de que su marido y su hija pueden haber fallecido en ese accidente del que no acaba de dejar de considerarse culpable.
A algunas personas solo les queda algún recuerdo, al que se aferran cuanto pueden.
Un abrazo y suerte, Javier
Gracias Ángel, pero se ve que lo he dejado difícil.
Se tumba encima de donde el habita. Y lo disfruta porque fue ella quien lo mató. Luego va a la tumba de Laura para contrle como lo hizo.
Él es el asesino y ella la vengadora.
En fin, mal asunto tener que explicarlo.
Abrazotes
Qué va, Javier. Soy yo quien no ha interpretado bien, estoy lejos de ser infalible.
Otro abrazo
Javier, me ha sorprendido tu micro, pues no esperaba ese giro final tan negro.
Muy bien esa venganza, aunque ojalá no hubiera tenido que hacerlo.
Un abrazo y suerte.