19. El efecto mariposa
Pasada la medianoche, el volcán entró en erupción y dejó sin luz a la ciudad. Un instante después, en la otra punta del globo, explotó un cohete al ser lanzado y, tras el estallido, un tsunami engulló parte de la costa este. Al maremoto le siguió una caída mundial de las redes sociales, algo que colapsó la comunicación global del planeta. Entonces se oyó un grito inmenso. Un grito ensordecedor de la humanidad quejándose al unísono. Y, por último, en medio de tal desconcierto, ¡paf!, un estruendo que da paso a un silencio sepulcral. Un silencio aterrador. O no, quizás fue al revés y con el silencio empezó todo. Un silencio formidable, tan reconfortante que provocó el calentamiento del magma… Pero qué sabré yo, si no me enteré de nada. Estuve dando vueltas en la cama, desvelado por el sonido de un molesto aleteo. Un fastidio. No pude dormir hasta que, convencido de que era una polilla, me levanté y, a tientas, le solté un manotazo, ¡paf! Por fin conseguí descansar, ronqué plácidamente durante toda la noche. Es justo ahora que, leyendo las noticias, levanto la vista y descubro unas delicadas alas azules aplastadas contra el cristal de la ventana.
El más terrible de los desórdenes se puede desatar con el despreocupado aleteo de una hermosa criatura alada. Toda acción tiene algún tipo de consecuencia, hasta la más nimia, como sugiere el célebre efecto que sirve de título a tu relato, conocido también como teoría del caos, bien aplicado al tema propuesto. No obstante, aunque todo está en relación, también es cierto que si no nos afecta de forma directa lo vivimos de otra manera, como tu protagonista, quien inicia una vorágine de forma involuntaria, pero también y, sobre todo, inconsciente.
Un abrazo y suerte, Aurora
Muchas gracias, Ángel, bien cierto como dices, si no lo vivimos en primera persona nos afecta diferente.
¡Abrazo!
Ay, Aurora, la que ha liado tu protagonista al liquidar a esa mariposa que no lecdejaba dormir.
Muy bien llevado, y encaja a la perfección con el rame.
Un abrazo y suerte.
Un oído demasiado fino y una mariposa tronadora, mala combinación, la que ha liado el insomne… Muchas gracias por comentar, Rosalía.
¡Abrazo!