29. PRECIPITACIÓN (Rafa Olivares)
Sus riñones vuelan hacia Toronto; allí permitirán a su receptor prescindir de las dos sesiones semanales de diálisis y recuperar una vida normal. El corazón ya debe de estar llegando a Leipzig, donde una joven podrá, por fin, acompasar sus latidos a los de su novio. Su hígado, en viaje a Sidney, devolverá a su destinatario el color bronceado de su piel. Las córneas ya están en Toulouse, donde permitirán recuperar la vista a un chico de trece años. Y los pulmones, con destino a Denver, evitarán el ahogo y la sensación de asfixia de una profesora jubilada. Entretanto, Ireneo Ripalda, el donante, de vuelta de su letargo, se pregunta qué habrá ocurrido durante su último ataque de catalepsia.
Menos mal que le dejaron el cerebro y, esperemos, su capacidad de asombro y toda la empatía que pueda atesorar por los demás. Y a ti, el sentido del humor.
Un abrazo y suerte, tocayo.
No sería la primera vez que alguien despierta tras un óbito aparente. Hacerlo dentro de un ataúd y bajo tierra ha de ser terrible, pero más lo es despertar desmembrado, si ello fuera posible; en tu relato lo es, y supone un contrapunto que sorprende, en una historia en la que pasamos del sentimiento de generosidad que emana del personaje, al de perplejidad para él, y fino humor negro para el lector.
Un abrazo y suerte, Rafa.
Ay, pobre Ireneo, cuando se entere del despiece que le han hecho se vuelve a morir, pero para siempre. Muy divertido, ¡aunque Ireneo no debe pensar lo mismo!
Un abrazo y suerte.