23. CONVERGENCIA INVERSA (Mariángeles Abelli Bonardi)
Un desperfecto mecánico y un teléfono prestado los habían llevado a ese momento, a ese lugar… ¿El tren pasa una sola vez en la vida? Se lo volvió a preguntar allí, con ese Adonis besando su piel madura, entre sábanas mecidas por el aire de la costa amalfitana… Ella sesenta, él treinta… ¿Podía ser? Si la diferencia hubiese sido a la inversa, no hubieran enfrentado los prejuicios que después enfrentaron…
Había pensado que ya nadie la vería así, pero se equivocaba… En ese lugar, en ese momento, el amor no tenía edad.
Lo de que el tren solo pasa una vez lo hemos escuchado muchas veces, pero toda frase o refrán tiene su réplica, porque también se dice que nunca es tarde. Personalmente, prefiero quedarme con lo segundo, será porque uno va cumpliendo años y parece que cada vez hay más cosas vedadas, como quizá pensaba tu protagonista, a quien la vida le ha brindado momentos irrepetibles en Italia, o puede que no tan irrepetibles, por suerte.
Un relato que enseña a no perder nunca las ilusiones, acorde con otro refrán: Mientras hay vida, hay esperanza.
Un abrazo y suerte, Mariángeles.
Hola, Mariángeles.
Un relato muy simpático y positivo, como el término que lo inspira. Me vienen a la cabeza cantidad de frases hechas y refranes, pero lo primero que he pensado al leer tu relato es: «Carpe diem».
Tu protagonista hace bien de olvidar los prejuicios y dedicarse a aceptar ese regalo inesperado. A la vista está que puede haber más de un tren (en este caso una metáfora de ese chico que está como un ídem), aunque llegue con retraso. Como dice una canción de Rosana, una cantautora española que me encanta, y que te recomiendo si no la conoces: «Llegaremos a tiempo».
Un cálido saludo,
Los prejuicios y las maledicencias pueden hacer mella en muchas relaciones. Otra cosa son los desequilibrios que la diferencia de edad pueden generar en sus miembros. Pero eso tienen que vivirlo ellos, o no, el caso es que las injerencias externas no deberían entrar.
Bello y conciso, una relación “idílica” y muy real, ¿porqué no?
Personalmente me parece que a los de treinta les falta un rato de cocción, pero me alegro por tu protagonista, oye, que la vida hay que vivirla y disfrutarla hasta el final. O como dicen por aquí: hasta el rabo, todo es toro. Además, ¡¡60 no son tantos años!! Aún queda trecho.
Un abrazo y suerte.