51. IMPRONTA (Jesús Alcañiz García)
—¿Quieres salir conmigo? —me atreví a preguntarle a Celia en la primera ocasión en que nos quedamos solos. Celia, un par de años mayor, era hermana de mi amigo Marcos. Yo estaba enamorado de ella desde los once, hacía dos veranos.
Celia contestó que yo le gustaba, pero que, para vernos, siempre iba a depender de mis padres, y no era plan. Si viviera en el pueblo, ni se lo pensaba. Lo malo es que tenía toda la razón del mundo.
—¿Has besado alguna vez a una chica? —me preguntó de pronto.
—No, nunca —respondí con un escalofrío, adivinando sus intenciones.
—Para que te acuerdes siempre de mí —contestó, tomándome de las manos—, y me besó. ¡Mi primer beso, y con Celia! Era más de lo que podía esperar después de su rechazo. Al rato llegó mi amigo y nos fuimos con las bicis al corral, en las afueras, a dar de comer a los animales. Yo todavía flotaba como en una nube cuando llegué a casa, horas después.
Aún hoy, siempre que me beso por vez primera con una chica regresa a mis labios la emoción de aquel beso delicioso, torpe y de principiante, de Celia.