Cheek to cheek (Edu García Pinilla)
“Por favor, se lo ruego, sáqueme de este bote”, me dijo la pasajera mientras la sostenía por la cintura. El Titanic se hundía y esa mujer se aferraba a mí como a un salvavidas. Intuí que el calor de mis manos, el sudor de mi pecho y el latido de mi corazón la apremiaban a no soltarme, a seguir abrazada como quizás nunca lo había sido antes.
Sí, soy el marinero del relato “Un vals”, de la convocatoria anterior —¿les sorprende?—, y me gustaría describirles la escena final de esta irrepetible historia de felicidad y redención.
La banda aún interpretaba a Strauss. “Querría bailar mi primer y último vals”, me susurró ella. Su voz expresaba deseo y ardor, el brillo de sus ojos tanta esperanza que me estremecí a su lado. Sentí la embriaguez de cada uno de los puertos donde mi cuerpo había reposado, recordé a las mujeres que seduje a lo largo de mi vida y cómo las abandoné a todas debiéndoles algo.
Sin pensarlo dos veces, la subí a cubierta. Bailamos con los ojos cerrados, muy pegados, corazón con corazón, hasta que desaparecimos en el abismo de la noche.