21. ANGELITA (Paloma Casado)
El barullo de la familia de arriba interrumpe el silencio del piso de Angelita. Al poco de llegar, la mujer fue a presentarse con sus tres hijos y a ella, resignada al protocolario: “buenos días, buenas tardes” apresurados de los vecinos, le pareció un buen detalle a pesar de sus prejuicios: «estas “panchitas” paren como conejas».
-Señora Angelita ¿podría quedarse un ratico con Estela? Es que tengo que hacer unos recados y con este frío…preguntó una mañana “la de arriba” tras llamar a su puerta. Y antes de que pudiese contestar se encontró con la mirada de unos adormilados ojos negros y unos bracitos alzados hacia ella.
Así es como Estela se enseñoreó de su casa y de su vida. A partir de entonces acude a menudo “a donde Lita” para comer galletas y jugar con los cachivaches y aprender sus antiguas canciones de corro.
Hoy, sin que nadie lo sepa, ha acudido al notario para hacer testamento. Con solo poner unas escaleras podrán unir los dos pisos y hacer un dúplex cuando ella falte. Mañana será la madrina en el bautizo de la pequeña. La han llamado Lita como a ella.
En estos tiempos tan implacables, encontrar humanidad, generosidad y cariño recíproco no parece corriente, pero no hay que perder la esperanza en el género humano pese a todo. Tu relato es una muestra de ello, simbolizado en esa escalera.
Un abrazo y suerte, Paloma
Los prejuicios de Angelita han devenido en una nueva ilusión con la que llevar su soledad de anciana. Siente que tiene un propósito, lo que le resta de vida se dedicará a cuidar de Estela y ayudar a esta familia que, como suele ser habitual, sobrevive con dificultad.
Muy humano. Has demostrado que lo importante está en las personas y no de dónde vengan.