40. Cándida
A las dos semanas de comprarlo la dejó tirada en la carretera; dio dos tirones y se paró, así, sin más, saliendo de una curva. Se acordó de Felipe y de toda su familia, de sus más lejanos ancestros y de la que alguna vez pudiera ser su descendencia. Le dedicó la retahíla de insultos más extensa que pueda imaginarse, con expresiones que jamás antes habían salido de su boca, animadas por una elocuencia que solo se consigue bajo ciertas circunstancias y como desahogo momentáneo, y no fue hasta que empezó a apaciguársele la ira que recobró la sensatez y encontró a la verdadera culpable, porque a quién si no a ella se le ocurrió creer con fe ciega en un vendedor de coches de segunda mano.
Hay quien tiene un exceso dw confianza, o de candidez, como tu protagonista, que hace honor a su nombre,pero como sucwde con tantas cosas, lejos de reconocerlo, prefiere autoengañarse echando toda la culpa de su infortunio a otros.
Un estudio psicológico en toda regla.
Un abrazo y suerte, Ana
Es muy fácil tragar las mentiras a medias, adornadas con técnicas de venta o publicidad engañosa. Luego es difícil admitir haber caído en la trampa, como se ve en el texto.