Accidente doméstico
¡Que difícil es quitar las manchas de sangre de la ropa! En qué mala hora se me ocurrió ponerme una camisa blanca, en fin, ya no tiene solución, todo lo demás, y eso era lo verdaderamente importante, tampoco.
El cuerpo lo he dejado en mitad del salón, encima de la alfombra, como si pudiera disimular la tragedia. Diría que el pobre parece colaborar, que está ajeno al drama, que parece dormido. Y lo está, pero para siempre.
He limpiado la procesión de gotas de sangre, ¿cómo puede un cuerpo contener tal cantidad de sangre? Si en realidad era muy pequeño.
Estoy intentando despejar de mi cabeza pensamientos absurdos y concentrarme en el presente y sobre todo, ¡ay de mi!, en el futuro. Carmen está a punto de llegar y tengo que encontrar una explicación, pero una buena de verdad, una creíble. No, no creo que la halle.
Ella lo amaba con locura, mucho más que a mi, estoy seguro.
No va a creerme, cómo va a creer que mientras cortaba jamón en la cocina, el gato salto para capturar una pieza y sin querer le rebané el cuello.