Un amor imposible
Cerró los ojos tal como le habían enseñado y entró decidida. Se había informado bien de la estructura del local y apretó el paso para no detenerse en el largo pasillo que conducía al comedor.
La sala, tan espaciosa y con unas elegantes columnas en el centro, le produjo una sensación de agobio más leve de lo que esperaba; y con una sonrisa informó al solícito camarero que esperaba a una persona. Había llegado con más de media hora de antelación pues sabía bien que podía bloquearse en cualquier momento, allí y en cualquier lugar cerrado.
Estaba feliz. Con su libro de poesía sobre la mesa y una rosa amarilla a modo de marcapáginas. Los minutos pasaban y la felicidad por haber superado por un tiempo su problema, la consolaba del plantón que estaba a punto de recibir en su primera cita a ciegas.
Muy lejos de allí, atrapado en un portal, un joven con el mismo libro y la misma rosa, pugnaba impotente por abrir la puerta, incapaz de salir al exterior atenazado por la ansiedad de una calle, que solo él encontraba amenazante.
Oh, pobres, tienen fobias incompatibles, aunque en el resto parecen hechos el uno para la otra. Quizás podrían buscar una oferta de terapia 2×1, a ver si así…
Un abrazo y suerte.