47. El novel
El ilustre novelista volvió a escribir después de haberse retirado de la literatura, a finales del siglo pasado. Las razones no eran monetarias, ya que tenía una cuenta corriente saneada y ninguna deuda económica. Tampoco necesitaba volver a aparecer por los medios de comunicación, ni recibir más premios literarios de los que consiguió en su momento.
Solo sintió la necesidad de contar su infancia y juventud antes de olvidarlas, preparado para la despedida.
Llamó a varias editoriales grandes y pequeñas. A unas les pareció que en lo escrito había lenguaje racista y personajes de pocas nacionalidades. A otras les faltaba diversidad de género y sobraban expresiones machistas. Tacharon el libro por anarquista o franquista, en esto tampoco se ponían de acuerdo. Las descripciones detalladas y los diálogos cortos fueron otros motivos para rechazarlo.
Hasta que por fin un editor independiente le ofreció un contrato. Publicaría el manuscrito en cuanto tuviera espacio para lanzarlo en su catálogo. Cerraron el acuerdo con un plazo de compromiso de cinco años.
El autor octogenario salió feliz del despacho, mientras su nuevo editor guardaba la novela en un cajón.
Con suerte, a título póstumo, sería todo un éxito.
Me encantan los «peros» que le ponen las editoriales, tan estúpidos como actuales: por desgracia hoy en día se tienen más en cuenta todas esas «cuotas» que la calidad del contenido.
Y cuando parece que al fin el escritor ha encontrado un editor sensato, no es más que un aprovechado. Espero que el octogenario aguante esos 5 años y vea publicado su libro. Y que sea un éxito.
Un abrazo, Pablo.
¡Menudo espabilado el editor! A ver si el octogenario aguanta y puede ver publicadas sus memorias de infancia y juventud.
Un abrazo y suerte.
Y se pone de moda otra vez, ojalá. Gracias, un abrazo.
Se frota las manos el editor. Qué bien le vendría a nuestro protagonista autopublicar su libro. Buen relato, me ha gustado.
Saludos
Sergio
Gracias, pero me ha hecho más gracia el tuyo del morros ese del metro. Saludos.
Mejor hacer una autoedición para legar a los hijos o nietos. Ni ellos te van a leer, cuanto menos los que no te conocen. Aparte de esto, me parece una buena reflexión sobre la neo-censura y lo que han dado en llamar «políticamente correcto». Un saludo y suerte, Pablo.
Muchas gracias Antonio. Es básico el micro este pero sí, lo políticamente incorrecto a rajatabla no es la mejor manera de calibrar literatura. Saludos
El concepto de lo que es correcto y lo que no, que en este caso coincide con una estrategia de beneficio empresarial, cambia con los tiempos. El caso es que tu protagonista quedó contento, que es lo que cuenta; que acabe siendo un autor de éxito en la tercera edad, o no, resulta lo menos importante.
Un abrazo y suerte, Pablo
Muchas gracias Ángel.
Está rodeado de incorrección el hombre, pero contento sí va, al menos. Un abrazo.
Leyendo este relato, entran ganas de morirse ya. A ver si así…
¡Qué gracia!
Espero que no tanto. Idea definitiva eso sí. Saludos.
Pablo, que tu maduro escritor quiera contar sus experiencias de infancia y juventud es pura y verdadera «Historia», la más cercana y por consiguiente la menos falseada. Así que bien por él
Que el editor tenga la picardía de esperar a su muerte es correcto para él, ya lo creo, pero una trampa muy incorrecta respecto al escritor.
Tratas el tema desde un punto de vista muy interesante.
Saludos
Siempre digo que moriremos de corrección política. tu autor, además, también de muerte natural. Saludos y suerte.