12 LA DIGNIDAD DE BEBEL (Jesús Alfonso Redondo Lavín)
La Coruña 29/7/1936
─ ¡Un momento!, voceó el ribadense Bebel García, de espaldas a la mar que, indiferente al momento se entretenía en darse testarazos contra as rochas en la Punta Herminia. El grito de Bebel despertó al ojo cristalino de la Torre de Hércules que lo reconoció:
─ ¡Es Bebel, el extremo izquierdo del Dépor!
Este exordio, como un rugido, captó la atención de los soldados que apartaron sus caras del escalaborne y sus ojos del punto de mira del “mauser”. También paralizó la garra animal del sargento de prominente epiplón, que sosteniendo el sable en alto acababa de pronunciar el fatídico: “apunten”.
Bebel con parsimonia y pulso firme desabotonó su bragueta.
No fue tenesmo vesical, fue un acto de afirmación. El chorro de orina resultó tan largo, ayudado por la brisa del mar, que salpicó las botas militares. Así confirmó su desprecio deseando que aquel líquido excrementicio fuera lejía de su fábrica. Se abrochó y mirando a su hermano France, reo a su lado, dijo:
─ Ahora ya podéis.
Los fusileros descargaron a la voz de fuego deseando que su cartucho fuese el de fogueo.
La afición perdió un futbolista.
Una furtiva gaita con sordina roncaba “la Internacional”.
Puede que un acto como ese, escatológico, pueda parecer de mal gusto, pero la palabra que se corresponde con su actitud es la que más destaca en el título: dignidad. Fiel a sus ideas, sin suplicar, sin llorar.
Un caso real (lo he consultado) que refleja la sinrazón de las guerras, pues los que dispararon tampoco querían hacerlo, igual que él tampoco quería, ni merecía (nadie lo merece) morir de esa manera, ideologías aparte. Somos la especie más animal que existe, está claro.
Un abrazo y suerte, Jesús