26. SUPERSTICIONES (Mariángeles Abelli Bonardi)
Cuando lo trajo a casa, era un pomponcito oscuro en brazos de mi hija. Ella enfermó y él se quedó en su cama, echado cerca, como queriendo curarla, ronroneando sobre su cabeza…
Haiku hace honor a su nombre: metáfora del silencio, sabe ser buena compañía mientras ella escribe, mientras yo tejo, y cuando no se lo ve, es porque se camufla, y más que bien, en alguna sombra…
Gatos negros… En la Edad Media los cazaron hasta casi exterminarlos, y gracias a eso se esparció, rápidamente, la Peste Bubónica… y por lo visto, aún hoy, la superstición persiste, porque junto con los perros negros, son los últimos animales en ser adoptados…
– ¿Y no le da miedo tener un gato negro? – me pregunta la empleada doméstica.
– ¡Nelly! – exclamo – ¡No me diga que usted cree en esas estupideces…!
– ¡Ay, no, señora! – me contesta, pero igual lo mira con recelo…
Los gatos negros son mis favoritos. También me gusta el nombre que le has puesto, Haiku, no sé como no se me ha ocurrido a mí ese nombre para alguno, igual el próximo… A ver si te da suerte.
Por supuesto que sí, Edita, te presto el nombre de Haiku para el próximo gato que tengas… Después de años de tener y tener perros es el primer gato que tengo, y pese a ser tan «perrera» puedo decir que me conquistó… Yo digo que es «mi gato», jaja, pero en realidad, vive con mi mamá… Y el nombre se lo puse porque me pareció el más lógico y natural para él: un gato así de sutil y de hermoso no puede tener más nombre que el de un hermoso y sutil poema japonés…
Un beso grande,
Mariángeles
Supersticiones infundadas contra los animales de un determinado color, o prejuicios contra personas por su color de piel, irracionalidades sin sentido ni fundamento, pero que condicionan vidas y actuaciones, como el de esta empleada doméstica, que piensa: «No pasa nada, pero…».
Un abrazo y suerte, Mariángeles
Tristemente es así, Ángel querido… Si nos fijáramos en el interior de las personas y de los animales, antes que en su color de piel, cuanto más justos y más abiertos de mente seríamos… Esperemos que el futuro nos traiga más aceptación y menos discriminación para todos, animales y personas…
Otro abrazo y suerte para vos,
Mariángeles
Ay, las supersticiones y las tonterías, cuánto daño hacen en general. Como si un color importara más que otro… Menos el azul, que es mi color favorito, claro. Un abrazo muy fuerte, Mariángeles.
¡Y el verde, que es mi color favorito!…🍀🍀🍀 Me hiciste reír, Aurora… 😄
Otro abrazo fuerte para vos,
Mariángeles😇😇
Mariángeles, yo no soy supersticiosa porque traer mala suerte 😉
Dicho esto, me encantan los gatos negros, tan hermosos como pequeñas panteras. Nunca he tenido gato ni perro, pero un gatito negro me parece buena opción para cuando sea vieja y esté más tiempo en casa.
Un abrazo y suerte.
¡Tenés razón, Rosalía, jaja! ¡Ser supersticiosa trae mala suerte! 😄
Y si es por perros y gatos, Haiku es el primer gato que tengo, y me encanta que sea negro, porque es mi propia pantera en miniatura (aunque confieso que ahora que tiene cinco años, es un gato bastante grande)… Como siempre digo, «a mí no me gustan los gatos, a mí me gusta «mi gato», y en él descubrí un amor distinto y sutil, así que si querés tener una mascota, los gatos negros son super recomendables, digan lo que digan las malas lenguas…
Otro anrazo y suerte para vos,
Mariángeles
Superstición, como creencia contraria a la razón (RAE) ha existido siempre para tratar de explicar lo inexplicable. En este caso es una analogía del racismo, color de pelo por el coor de piel. Después de leer tu relato, Mari Ángeles, me gustan mas los gatos negros.
Suerte.
Hola, Miguel Ángel. No lo había pensado desde ese punto de vista, pero tenés razón: la superstición respecto a los gatos negros es una perfecta analogía del racismo… Me alegra que el micro haya servido para que te gusten un poco más… 🐈⬛
Un abrazo y suerte para vos,
Mariángeles
Una tierna denuncia de la estupidez humana que pagan tantos animalitos inocentes y encantadores. Mucha suerte, Mariángeles. Un abrazo.
Así es, Jesús… Esa estúpida superstición que muchos humanos tienen hace que que encantadores e inocentes animales como son los gatos negros la pasen mal, por decir lo menos…
Qué gusto que el micro te parezca tierno…🥰
Otro abrazo y suerte para vos,
Mariángeles
Buena historia sobre esa tierna mascota, que por el hecho de la estupidez humana, y las supersticiones infundadas, cuesta ver a sus similares en más hogares donde se les daría solo parte del cariño que ellos nos regalan sin pedir nada a cambio. Mucha suerte y un abrazo.
Hola, Jesús. Es así como decís; si hubiera menos superstición y menos estupidez en el mundo, habría muchísimos más gatos negros (y perros negros) en hogares, dando todo el amor que tan bien saben dar sin pedir nada a cambio…
Muchas gracias por pasar a comentar.
Otro abrazo y suerte para vos,
Mariángeles
Hola, Mariángeles.
Me encanta el nombre de ese minimo. Tu respuesta a algún comentario anterior confirma mi intuición de que está historia tiene algo de realidad. Yo tampoco estoy de acuerdo con esa discriminación por culpa de la superstición, pero por defecto cultural me pasa un poco lo que a la empleada del relato, aunque lo controlo diciéndome a mi mismo que es una tontería supina.
Un cálido abrazo para tí y una caricia a bueno de Haiku.
Hola, querido Barceló. Me encanta que te encante el nombre de Haiku… Parafraseando lo que ponen al final de las películas, «Cualquier parecido con la realidad NO ES mera coincidencia», jaja. Cuando caí enferma, después de dos desmayos en el trabajo y una convulsión en casa de mi mamá, me diagnosticaron epilepsia del adulto, y durante todo el mes que pasé convaleciente en su casa, el gato no se me despegó; pasaba casi todo su tiempo echado conmigo en mi cama a mis pies o ronroneándome cerca de la cabeza… Los gatos son muy perceptivos; él se dio cuenta de que yo estaba mal y adónde tenía el problema, y ese ronroneo se ha vuelto algo muy sanador para mí. Cuando no me siento bien y se me agudizan los acúfenos producto de la epilepsia, él se recuesta sobre mi cabeza y ronronea, añgo sumamente calmante y relajante para mí… Gracias a Dios, estoy super medicada y no he vuelto a tener convulsiones, y Haiku me aporta muchísimo bienestar, por eso creo que me trae mucha suerte, pero de la buena… Eso de la superstición contra los gatos negros es, para decirlo bien a la argentina, una boludez (perdón por el epíteto pero no cabe otra expresión), y es hora de cambiar esa percepción tan negativa sobre ellos… Me alegra que el micro te haya aportado algo para cambiar ese «defecto cultural» ;)…
Un beso grande,
Mariángeles
Hola, Mariángeles, si el micro es de por sí tierno, y más escuchando la voz de tu madre al contarlo, a la par que interesante por denunciar lo absurdo de las supersticiones… Si a eso le añadimos todo lo que cuentas a Barceló Martinez sobre tu experiencia con la enfermedad de la epilepsia adulta y la ayuda que te supuso Haiku, así como lo importante que sigue siendo en tu vida, pues la verdad es que todo resulta de lo más emotivo.
Mi hermana también tuvo un gato negro precioso. Se llamaba Pichi. Por desgracia ya no viven ninguno de los dos. Besos y suerte.
Hola, Juana. Me imagino cuánto debés extrañar a tu hermana y lo especial que debe haber sido ella si tenía un gato negro (Me encanta que se llamara Pichi, que en lengua mapuche- el mapudungun – significa «Pequeño»…).
En cuanto a Haiku, lo trajimos a casa de mi mamá en el 2020, el año de la pandemia. En ese entonces ya habían pasado ocho meses de la muerte de nuestro perro Batu (estaba muy viejito, ya con 16 años, y hubo que ponerlo a dormir), y yo estaba muy triste; sentía su falta en la casa… Como yo vivo en departamento, mi hermano (veterinario), me convenció de tener un gato, porque son más limpios e independientes que los perros, pero en cuanto trajimos a Haiku, de apenas 45 días en ese entonces, comenzó a acomodarse en la casa, y a tener sus lugares favoritos y a adueñarse del patio, y me pareció que llevarlo al departamento era obligarlo a vivir en un espacio reducido donde no tenía patio, y que iba a sufrir, así que finalmente mi mamá, que es la gatera de la casa, se lo quedó… Yo vendría a ser su «dueña a larga distancia», que no es tan larga porque vivo a dos cuadras de ella, y lo veo todos los fines de semana, así que ambos llegamos a conocernos y querernos mucho… Tener un gato, para mí, fue como aprender a hablar un nuevo idioma… No era la mascota que quería pero sí la que necesitaba, y ahora no puedo imaginar mi vida sin él… El resto, como suele decirse, ya es historia.
Muchísimas gracias por contarme de tu hermana y por pasar a comentar.
Un beso y suerte para vos,
Mariángeles