77. ¿Quién soy?
Los domingos no madrugamos y a mi hija le gusta venir a mi cama a despertarme. Una careta de cartulina sobre su pequeño rostro le da la excusa para abalanzarse sobre mí, gritando “¿Quién soy?”
Siempre le respondo que es la princesa de mi corazón y ella se enfada. “No, soy Barbie” o “Que no, soy Caperucita».
Mientras la abrazo e inventamos juntas el porqué del personaje de turno en nuestra casa, me siento auténtica, sin el peso de las máscaras que debo ponerme cada día para enfrentarme a la vida.
Tengo un armario lleno y me las voy cambiando a lo largo del día. La de la chica feliz que no necesita nada más, cuando llega mi madre por las mañanas para llevar a María al colegio. La de la secretaria eficiente que tiene todo bajo control, cuando mi jefe me da los buenos días. La de pepita grilla, con la expresión estudiada del tú ya no me importas nada, cuando sermoneo a mi exmarido por no venir a ver a la niña…
Pero, cuando me veo reflejada en esos ojillos pícaros que me miran a través de una careta, no tengo ninguna duda: por ella, sé quién soy.
Me parece suficiente motivo para ser tú. Una bonita lección.
Un saludo
JM
Gracias, Juan. Creo que no hay nada en este mundo que pueda dar más fuerza que la sonrisa de un niño.
¡Buen final de domingo!
Una madre que daría todo por su niña, creo que es la respuesta.
Sí, Lorenzo. No puede haber otra respuesta mejor.
¡Gracias por comentar!
Precioso, tierno y real como la vida misma. Según leía me he ido imaginando a mi madre (si llegas a decir que le hace cucuruchos de papel llenos de gominolas….) y después a mi hermana jugando con mi sobri 🙂
Una madre madre, a pesar de los pesares, siempre se desvive por su hija.
Es de esos relatos que te dejan con una sonrisa en la cara. Enhorabuena.
Besos y suerte 🙂
Gracias, Ana. Que no nos falte esa fuerza.
¡Abrazos!
¡Gracias! Quería transmitir, sobre todo, la ternura como motor para vivir.
¡Feliz semana!
Los niños son puros, sinceros y auténticos. Tienen algo contagioso que nos hace sonreír con ternura, con ellos podemos ser nosotros mismos. No sé si a la mayoría de la gente le sucede lo mismo, pero a mí me encanta ponerme a su altura y aprender de ellos, sin tapujos mi máscaras. Qué buen relato. Un abrazo.
Cuánta razón tienes, Ángel. Sobre todo en estos tiempos que nos están tocando vivir ahora, los niños nos enseñan grandes lecciones de esperanza.
¡Abrazos!
Precioso relato, Patricia. Es bueno que los niños nos contagien su sinceridad, ellos no llevan caretas, salvo para jugar. Un beso
Gracias, Concha. Estamos muy necesitados de sinceridad infantil, sin duda.
Beso grande para ti.
Una madre no puede tener máscaras para sus hijos porque ¿qué careta resiste a la ternura, a la inocencia, al amor? Muy bonito. Saludos.
Gracias, Ana. Estoy muy contenta de que se haya entendido el mensaje que quería transmitir.
¡Abrazos!
María Jesús, en ese momento mágico no hay caretas que valgan. Precioso. Abrazos.
Gracias, Salvador. Qué verdad que lo más grande de la vida siempre está en unas caritas pequeñitas.
Besos.
Muy sentimental y tierno.
Saludos
Gracias, tocaya. Estoy enternecida de verdad por vuestros comentarios.
Un abrazo.
Me ha encantado y me he visto reflejada.
Un abrazo.
María Pilar, gracias por comentarlo. Secreto: no tengo hijos, así que estoy contentísima de haber sabido reflejar ese sentimiento tan especial.
¡Abrazos!
Muy real y cierto. Bonita forma de ver el tema de las máscaras.
Un abrazo
Gracias, Blanca. Le di muchas vueltas al tema porque no se me ocurría nada original.
Besos.
Muy muy muy bonito y muy actual… Enhorabuena, Patricia.
Un saludo! 🙂
Estimado don Marca, su comentario da prestigio a mi humilde relato.
¡Abrazos!
Los niños, cuando son pequeños, son muy auténticos, no disimulan ni usan máscara. Por eso nos desarman tan fácilmente, porque frente a ellos es difícil aparentar ser lo que no se es. Creo que tu relato refleja precisamente eso, delante de su hija ella no necesita máscara, es auténtica, la mejor versión de ella misma.
Suerte y saludos.
Gracias, Anna. Vuestros comentarios sí que me están desarmando a mí.
Montaña de besos.
Tu relato rezuma ternura y sensibilidad. Estoy de acuerdo con su mensaje, las madres ante los hijos, sobre todo cuando son pequeños, mostramos lo mejor de nosotras, en estado puro, sin tapujos. Felicidades y suerte. Saludos
Ay, Juana Mª, ternura, sobre todo, es lo que quería expresar.
Muchas gracias por tu comentario.
Un montón de saludos.
Precioso y tierno micro en el que describes muy bien esas escenas de amor entre hija y madre. Reflexión: Solo cuando existe el amor verdadero se hacen innecesarias las máscaras.
Gracias, Paloma. Voy a coger todas mis máscaras y las voy a tirar por la ventana.
¡Besos!
Muy de acuerdo, nuestros hijos nos centran y nos hacen saber lo que somos de verdad y lo que nos necesitan.
abrazos.
Sí, Asun. Y todos somos hijos y no deberíamos olvidarlo.
También hay máscaras que deberíamos quitarnos ante nuestros padres, pero es más difícil.
Un tierno saludo.
Una bella lección que todos los padres deberíamos aprender. Has sabido bordear muy bien la sensiblería que en estas tramas se suele caer. Nos dejas también una colección de máscaras para el recuerdo.
Suerte y saludos
Gracias, Rafa. Me daba mucho miedo caer, más que en la sensiblería, en la cursilería.
Muchos saludos.
En un niño no hay doblez. Son auténticos, veraces y geniales, como la idea de tu relato.
Gracias, Andrea. Los niños sí que son geniales, todo lo demás, anecdótico.
¡Abrazos!
Efectivamente, los niños no tiene máscaras y poseen el don de desenmascararnos con su ternura y autenticidad. Muy bonito.
Felicidades
Gracias, María. Yo sí que estoy enternecida.
¡Besos!
Bonito cuadro Patricia, da gusto leerte.
Un beso
Muchísimas gracias, Epífisis.
Besos y abrazos.