36. Nueva temporada
Cambiar de vestuario al llegar el otoño es un ritual melancólico, una afligida ceremonia que se celebra bajo el último soplo cálido de aire.
Doblar la ropa de verano es cerrar las playas, archivar la sal en los bolsillos y dejar que el rumor del mar se apague entre las costuras.
Hoy, revisando un bolso de rafia para guardarlo, he encontrado un billete de tren. Al dorso, una nota con una caligrafía conocida:
“Búscame cuando caigan las hojas.”
No sé explicar qué impulso me llevó hasta la estación.
El andén estaba vacío a excepción de una persona apoyada en un rótulo publicitario. Me acerqué. Llevaba mi abrigo de invierno, mi gesto cansado, mis ojos vacantes. Sonreímos sin sorpresa.
– Es hora de que cojas ese tren.
Obedecí sin articular palabra mientras su figura comenzó a desvanecerse.
Y mientras el tren se alejaba, supe que, al fin, estaba regresando.


Un relato descriptivo, simbólico, maravillosamente escrito desde una perspectiva intimista, que habla de fin de etapa, de transformación personal en coincidencia con un cambio de estación, con constancia de que todo nos influye, desde el clima a muchas otras circunstancias. Somos uno, pero mutamos en otro si así se requiere, cuando el entorno varía acaba venciendo la capacidad de adaptación, aunque al principio cueste.
Un abrazo y suerte, Raquel
Gracias por tus, siempre, sabias palabras. Sabes analizar mejor que yo, lo que he tratado de plasmar en este relato que habla de cambio de etapas climáticas y personales. Un abrazo enorme, compañero
Delicada metáfora convertida en relato hermoso por obra y gracia de Sta. Serendipia.
Qué relato más sugerente. A mí me suena a nuevos comienzos y nuevas oportunidades, pero desde la propia esencia. Mucha suerte.