EL MICRORRELATO (II)
El microrrelato no queda únicamente definido por contar con un número limitado de palabras. Para que un cuento muy breve pueda ser considerado como un buen micro, tiene que participar de otras características y aprovechar elementos de la narrativa que en los espacios mínimos funcionan de una manera muy eficaz.
En primer lugar, vamos a seguir insistiendo en la importancia de elegir un buen título como parte de la narración, pues el microrrelato es un todo y todo en él es imprescindible de principio a fin. También es esencial atrapar la atención del lector desde la primera línea. Esta debe generar la máxima tensión y la ha de mantener hasta el final incluso teniendo en cuenta que, en estas narraciones tan breves, la idea se resuelve con tanta rapidez y precisión que a veces el inicio, nudo y desenlace se dan prácticamente al mismo tiempo. Cuidado, no se trata de resumir o de buscar lo parcial. El microrrelato mantiene la estructura del relato, pero con la peculiaridad de que el desarrollo del mismo lo completa el lector con su bagaje personal (experiencias, emociones…). En efecto, tan importante es lo que se dice como lo que no se dice.
Valerse de la exageración es un buen recurso que nos conduce a la sorpresa, a lo inusual. Usar el contraste entre lo previsible y lo inesperado, lo real y lo absurdo da buenos resultados, siempre dentro de un equilibrio. Servirse de lo conocido (lugares, hechos…) como «cebo» permite la identificación y la complicidad con el lector: que se encuentre cómodo con lo que le resulta cercano y cuando se haya confiado, introducir la sorpresa con cambios de dirección, con giros, con lo que no se espera.
Para que un micro se convierta en un buen micro es de vital importancia la elección de las palabras precisas. Y que la puntuación sea impecable. Hay que mirar con lupa cada nexo y cada elemento, recortar y eliminar todo lo que sobra, evitar la descripción. Esto ya lo hemos dicho más veces, pero seguiremos repitiéndolo: no expliques, muéstralo. Sopesaremos siempre, por tanto, la necesidad de cada adverbio y adjetivo, pues son los verbos y sustantivos los que llevan el peso de lo que contamos.
Y por último, de momento, no olvidemos que el microrrelato ha de llevar a la reflexión, sorprender, inquietar, hacer sonreír, emocionar… Dejar al lector indiferente es el gran peligro. Por eso no debemos fiarnos de la aparente sencillez de escribir un micro. La creación de la estructura interna, lo que no se ve, puede ser muy complicada. Si al terminar de leer un micro este nos hace tambalearnos y nos deja con ganas de volver a leerlo desde el título hasta el final, no una sino varias veces, y si con cada nueva lectura encontramos nuevos elementos escondidos entre las frases, estamos, sin duda, ante un buen micro.
Como siempre, una lección magistral sobre las características del microrrelatos, que por otra parte, es un género que todos aquí trabajamos. Estoy muy de acuerdo con que un buen microrrelato debe ser capaz de hacernos tambalear. A mi me producen cierta intranquilidad, cierto desasosiego, como si el universo cambiara de ritmo y me hiciera por un momento, perder el pie. Pero claro, esos micros magistrales son muy difíciles de conseguir.
Preciosa tu dinosauria ¿cubana?
Todo micro que consiga hacerte sentir algo, ya me parece meritorio. Y no todos podemos destacar, en cada disciplina de todo tipo están los medallistas y detrás nosotros. Yo encantada.
Pues la dina más bien inspirada en Nueva Orleans, pero sí, de origen cubano, jaja.
Más Jamaicana, la veía yo, ahí, con esa bolota de «cristal»…
La bolota esa…seguro q es una canica!!!
Nooo, lista. Es una bola de cristal auténtica y con garantía de diez años. Eso me dijo la gitana que me leyó la mano.
Hum, se me ocurre que para ilustrar la importancia de un título, atrapar al lector desde la primera frase, palabras con esa capacidad de ponernos en contexto (en este caso el del temor) que tengamos que completar nosotros la historia y de que nos toca la fibra, este micro va muy bien, a ver qué opinais.
Padre nuestro que estás en el cielo.
Mientras el sargento interrogaba a su madre y hermana, el capitán se llevó al niño a otra pieza.
-¿Donde está tu padre? -preguntó.
-Está en el cielo -susurró él.
-¿Cómo? ¿Ha muerto? -preguntó asombrado el capitán.
-No -dijo el niño-. Todas las noches baja del cielo a comer con nosotros.
El capitán alzó la vista y descubrió la puertecilla que daba al entretecho.
Jose Leandro Urbina.
Un ejemplo magnífico, Mel. Y deja al lector conformando la escena y no solo la actual, sino también la anterior y la siguiente. Incluso imaginando las caras de la madre, el padre, el niño y los militares cuando abran esa trampilla. De eso trataba esta teoría. Y ya el título, ESPECTACULAR.
Entre más leo sobre lo que es un microrrelato, más convencida estoy de que hacerlo con acierto es tarea difícil.
Gracias por compartir conocimientos.
A mí, María, lo que me gusta es aprender, lo que sería un coñazo es saberlo todo ya. Es como cuando siempre llegas al final de un juego de las maquinitas, que pierde el encanto. Me pasó hace años con el «comecocos». Lo divertido es esforzarse y avanzar, no llegar.
Lo de elegir un título apropiado para la historia todavía no lo he conseguido. Es lo que más me cuesta. La primera línea a veces sale bien. Lo de después, más o menos. Habrá que seguir probando 🙂
El tema del título daría para un tratado. A mí a veces me sale como detonante del relato, aunque igual luego lo cambie. Pero lo habitual es escribir un micro y quedarse con cara de tonto mirando arriba del primer párrafo, pensando cómo titularlo. Ya me gustaría tener la fórmula para compartirla, pero no la tengo. Déjate llevar por la intuición y si esta se resiste, busca un eje, una clave que engarce con el tama. Mira a ver por dónde late el micro o hacia dónde quieres conducir al lector.
Bien, ya sé todo lo preciso para escribir un buen microrrelato. ¿Y por qué diantres no me sale?.
¿Quizás te has olvidado, Susana, de hablar del talento?. ¡Esa es la respuesta!. Además.
Eso que dices de que un relato antiguo hoy cambiarías cosas nos pasa a todos. Es mejor mirar para adelante y no dar más vueltas a las cosas. Escribir es darle y darle y seguir dándole al músculo. Y poco a poco avanzar en esto que compartimos por aquí.
Talento, imaginación, arte, ocurrencia, originalidad y tantas otras cosas… Yo considero esto un estretenimiento muy placentero y con eso tengo de sobra. Y todo lo que pueda ir absorbiendo para mejorar mis cuentos, pues genial. Recomiendo a todos los que os divertís escribiendo seguir algún curso online de escritura, os aseguro que os sorprenderéis de lo que os vais a encontrar que teníais dentro.