63. Sabor agridulce
La alegría de haber sido encontrados, se tiñe de melancolía cuando los pensamientos se mezclan en su cabeza. Recuerda esa terrible tormenta eléctrica, el rayo que acertó de pleno en uno de los motores del avión, la caída, el dramático aterrizaje, la pesadilla de enterrar los cuerpos de los pasajeros muertos, el precario botiquín para curar a los heridos, y sobre todo recuerda el infierno en el que el caprichoso destino les sumió.
El avión, ayer tumba de muchos y hoy refugio de unos pocos, fue su salvación. No se explica cómo pudieron subsistir tantos meses en lo más espeso de la selva en la que cayeron, y le cuesta creer que no les encontraran en todo este tiempo. Pero hoy, que por fin vuelven a casa, sabe que en algún modo la suerte estuvo de su lado, y que de no ser por ese fuselaje, amasijo de hierros retorcidos, no habrían sobrevivido.
Y dirigiéndole una última mirada atrás, comienza la marcha hacia esa vida que el destino decidió regalarles…
El azar…el azar…
¿Porqué nosotros sí y ellos no?
No creo en el destino, sólo en el que uno se trabaja cada día.
Y que aprovechen la vida, que la expriman, que la devoren…
Relato con más carga de profundidad de lo que parece a simple vista.
Me gusta. Me gusta mucho.
¿Destino? ¿Azar? ¿Suerte? ¡Quién sabe! Lo bueno llega cuando la tragedia se convierte en trampolín para seguir adelante.
Gracias por tus palabras, Modes
Montserrat, en una situacion tan crítica el positivismo se intuye; y cómo juega el azar en nuestras vidas. suerte y saludos
En la actitud está el éxito, amiga. A veces ni la aptitud tiene la última palabra.
Un abrazo
Creo que el título le viene perfecto. Es una sensación complicada y tu la has planteado muy bien. Mucha suerte.
Juan Antonio, lo que ayer era ficción, hoy puede ser algo real. Lo tenemos tan cerca…
Un saludo y mil gracias
Tengo la manía de asociarlo todoa series de televisión. El argumento de Lost me ha venido a la cabeza nada más leerlo. También la tragedia de los Andes, como menciona Ana, pero en tu caso no hay nieve.
Debe ser más que terrible vivir una experiencia de ese tipo.
Suerte.
Cuando lo escribía, Esperanza, también pensé en los Andes, pero al menos aquí no tuvieron que llegar al canibalismo para sobrevivir. ¡Qué horror!
Un abrazo
Montserrat, creo que la suerte de sobrevivir a un accidente hace que la vida ya no sea la misma, y que de alguna manera te cambie. Me ha gustado. Abrazos.
Cierto, Salvador. El sobrevivir a algo así es un regalo del cielo que te concede una nueva vida, aunque las secuelas tanto físicas como psicológicas, deben ser una carga demasiado pesada
Un abrazo
Un relato muy actual con todo lo que está pasando con el Malasya Airlines. Siempre me han atraído estas historias bajo el influjo de VIven. Suerte, Montserrat.
Sii, VIVEN, era como se llamaba. Creo que primero fue libro y después película. Deber ser horroroso llegar a eso.
Gracias y un abrazo, Ana
Es cierto, Lorenzo, pero cuando envié el relato aun no había desaparecido el avión. Cuando escucho las noticias no puedo dejar de acordarme del microrrelato. Ojalá estén bien todos.
Un abrazo y muchas gracias
Muchas veces el sobrevivir a una catástrofe, sólo es el comienzo de una nueva pesadilla.
El trauma, una montaña difícil de escalar.
Desgraciadamente un tema muy de actualidad.
Besos.
Qué razón tienes Virtudes. El trauma seguro que será su compañero ya para siempre. Pero al fin y al cabo es una nueva oportunidad de vivir.
Un abrazo