65. Cuentos de viejas… (Esperanza Tirado)
Fuera llueve a mares. La luz se ha ido por la fuerte tormenta. Tres caras mustias y aburridas, sentadas en el sofá, miran sus cacharritos tecnológicos, ahora inservibles.
En el salón, iluminado con velas, su abuelo los observa desde su mecedora.
–¿Sabéis? Cuando éramos pequeños aquí la electricidad no existía.
–Siii, abu Gus,…que ya nos lo has dicho tropecientas veces…
–Y contábamos historias. –El abuelo ignora la queja. –En noches de tormenta como esta, se decía que una dama de larga cabellera oscura, vestida con un brillante manto blanco, vagaba por el bosque en busca de su hijo perdido…
–Bah, cuentos de viejas…
–Cuentan que el niño salió con su aya al bosque. –El abuelo continúa– Ésta se encontró con su amante y dejaron al niño jugando a la orilla del lago. El niño se perdió, quizás se ahogó… Y la pareja fue expulsada del pueblo. Cuando hay tormenta se dice que es la dama abrigada con su manto blanco que sale a buscar a su hijo en el lago.
Un relámpago ilumina el cielo. Los tres corren a la ventana, expectantes. Suena un trueno, y un escalofrío les recorre el cuerpo.
El abuelo sonríe desde su mecedora.
Qué buena ambientación, Maest. Se sienten la humedad, los escalofríos, el miedo a la tormenta…
¡Bonito!
Después de dos meses seguidos sin parar de llover, tenía inspiración lluviosa de sobra para el tema de este mes.
Gracias Patricia. Ojalá tu Chica del cuadro llegue a buen puerto.
Besos.
Bendita tormenta que ha inutilizado la tecnología, demasiado presente en nuestras vidas, para dar protagonismo a una historia oral contada por un abuelo de los de antes. Un relato entrañable y maravillosamente contado.
Suerte y un saludo
Muchas Gracias Ángel. Bendita tecnología que me permite responderte y agradecerte tu comentario. Pero hemos apartado a un rincón la tradición de siempre. Y eso es un error.
Suerte para tu relato.
Si ya hemos olvidado los dias de Tormenta y apagón de electricidad cuando afloraban todas las leyendas y todas las historias.Gracias por recordarnoslo.
Un beso
Supongo que en los pueblos pequeños algo de esa tradición quedará todavía.
Gracias Esther. Suerte para ti.
Un beso.
Muy bueno Esperanza me ha dado un escalofrío al final. También he visto algunas veces la mujer con manto blanco y es una visión preciosa. Solo que yo no sabía lo que buscaba. Ahora ya lo sé. Gracias. Muy buen relato.
Entre tormenta y tormenta se me vino esa imagen a la cabeza. De hecho, ese fue el título del relato hasta unos días antes de publicarlo.
Lo de que te dé el escalofrío al final es buena señal.
Muchas Gracias por compartir esa sensación y por tus palabras.
Esperanza, qué bien descrita la situación; nos incorporas a la tertulia. El final es bueno y lleno de humor. Suerte y saludos
Gracias Calamanda. Muy contenta de que te haya gustado. Suerte para ti también.
Pues me quedo con ese homenaje a los abuelos y a la manera de vivir de hace años. Tu tormenta anti-tamagochi tendría que ser como el ibuprofeno cuando estás resfriado: una cada ocho horas. Bonito cuento. Mucha suerte.
Vivimos en un mundo de prisas y apariencias de ser siempre jóvenes. Y les debemos mucho a nuestros abuelos. Si no fuera por ellos no estaríamos nosotros.
Gracias Juan Antonio, por comentar y encantada de que te haya gustado 🙂
Mucha suerte para tí también.
Niños…
Este objeto con imágenes que no se mueven, se llama libro.
No muerde, desarrolla la imaginación y te lleva a infinitos mundos.
Niños…
Dejaos llevar por mi voz y os trasladará allí donde los límites son vuestra propia mente.
Son cosas de viejos. Se llaman cuentos, fábulas, leyendas…y son la hostia.
Que sí, que la psp y la play molan.
Pero os estáis perdiendo tanto…
En fin, a ver si el apagón les despertó el interés.
De momento, fijo que esa noche se hicieron caca…
Gran relato. GRANDE.
La electricidad es un gran invento,por supuesto. Pero los libros también. Y haya tormenta o no puedes refugiarte en ellos y vivir cosas que jamás vivirás en tu realidad
Gracias Modes, me has hecho reír. Tienes toda la razón del mundo.
Mil Gracias por tu comentario. Un gran premio.
Los días de tormenta inspiran más que los soleados, vete a saber por qué. Casualidades o asociaciones mentales raras.
Gracias Ana.
Y suerte para tí también.
La tradición oral siempre presente, y mejor en boca de ancianitos.
Suerte
Y ojalá que todas esas leyendas e historias se conserven siempre.
Gracias María Jesús.
Qué buena la historia y qué bien la ambientas y describes la escena.
Me encanta el abuelo que ajeno a las críticas de los niños sigue con su historia para sacarles del aburrimiento.
Un abrazo
No sabes lo que se agradecen estos comentarios. Siempre te queda la duda de si habrás elegido bien la palabras o si te sobrará algo.
Encantada de que te haya gustado, Blanca.
Un abrazo.
Esperanza, no hay luz eléctrica y se acaba el mundo. La imaginación de los niños para jugar e inventar, tienes razón, se ha evaporado. El abuelo, sabiamente, les ha impregnado de un poco de magia. Me ha gustado mucho. Abrazos.
Es verdad: antes con cualquier cosa jugábamos, inventábamos y se nos pasaban las horas.
Gracias por pasarte y comentar.
Y suerte para tí también Salvador. Abrazos.
Hola, Esperanza.
Un cuento de viejas, pero con gusto de leyenda.
A mí me parece que esta forma de contar las cosas le da mucha veracidad a los cuentos así que, para mí, es un buen micro.
Un beso y mucha suerte.
Muchas gracias, Towanda.
Las leyendas quizá tengan su punto de verdad. Esta no, claro, pero a lo mejor en algún sitio ocurriera algo parecido.
Suerte para tí también.
Tengo una baldita pequeña en un armario que está llena de velas, para cuando se va la luz y tal. Resulta que, ahora que me doy cuenta, hace años que no se ha ido la luz, y si se ha ido, que no me acuerdo, he encendido la linterna del móvil!! ¡Qué fuerte! No me había dado cuenta hasta ahora.
Abrazo
Ni se me había ocurrido pensar en las linternas. Dejan menos humo, y quizá alumbren mejor. Pero las velas dan cierto toque de misterio con el calorcillo y las sombras en las paredes.
En mi casa también había trozos de velas por si se iba la luz. Ahora están de adorno en los cacharritos de las estanterías 🙂
Gracias por tu comentario, Aurora.
Un abrazo.
Muy bueno, Esperanza. Rebosa ternura, nos evoca la infancia y nos empatiza con el abuelo. Me ha gustado mucho. Un beso
Muchas gracias, Concha.
Me da mucha alegría que me digas todo eso. Así se me olvida la lata que me dio al subirlo.
Un beso y suerte para tu historia.
Un bonito relato cargado de añoranza. La verdad es que hoy tenemos muchas menos oportunidades de inventar historias como esa. Los niños han dejado de pedirlas. Se les da todo hecho.
Mucha suerte, amiga
Pues sí, los juguetes modernos de ahora lo hacen casi todo solos.
Gracias por pasarte y por tu comentario.
Suerte para tí también Montse.
Cuanta añoranza de estas historias familiares alrededor de una mesa.
Y yo creo que aún y con la competencia de la tecnología, nuestros niños disfrutan con los cuentos relatados. Lo que pasa es que hay que reconocer que tampoco los padres actuales están muy despegados de las pantallitas de los móviles.
Besitos
Es cierto Asun, las pantallitas (casi) dominan nuestras vidas.
Gracias por tu comentario, Asun.
Besos.
Qué emocionante! He sentido ese escalofrío igualito, como si estuviera en esa ventana.
Me da mucha alegría que te hayas emocionado con mi relato. Muchas gracias Isabel.
La palabra, rodeada de noche, es un arma muy eficaz para provocar miedo. Si a eso le sumas un lugar apartado y una fuerte tormenta, pánico asegurado. Si además está tan bien contado, al final respiramos aliviados iluminados por un rayo de ternura.
Enhorabuena Mei. Besos.
No soy Mei, pero gracias igualmente por pasarte y comentar 🙂
Siempre asociamos el miedo a oscuridad y tormentas, cuando a pleno sol también ocurren cosas terribles. Pero los rayos y truenos dan más golpe de efecto a las historias.
Gracias de nuevo Juancho. BEsos.
Tierno y muy bien ambientado. Seguro que la experiencia de las historias explicadas al amor de la lumbre quedará grabada en sus cabezas para siempre.
Suerte y saludos
Seguro que cuando sean mayores les quedará un grandísimo recuerdo de su abuelo.
Muchas gracias por tu comentario Anna.
Y Suerte para tu relato.
Esas gotas de luz que las nuevas generaciones no saben ni vislumbrar ni disfrutar. Yo a veces me siento como ese abuelo con mi hija. Me ha gustado mucho su insistencia. Un abrazo y suerte.
Al intentar corregirlo esa insistencia me pareció demasiado insistente. Pero a veces hay que tirar por ahí para que nos demos cuenta de las cosas.
Gracias Eva, y sigue insistiendo con tu hija. Seguro que te lo agradece.
Un abrazo.