20. La ciudad eterna
Cuando encontré un billete de avión entre las páginas del libro “ bonjour tristesse” supe que Françoise Sagan lo había escrito únicamente para mi. Un billete a Italia con un ramo de flores, una gran caja de bombones, lencería fina recién estrenada y la cara lavada de una niña de 19 años que no necesita acicates. Me escapé de casa para encontrarme con Mauro en Roma, la ciudad eterna. Soñaba solo con estar en sus brazos y que el resto del mundo se olvidara de mi. Sagan, me decía entre páginas que el amor era eterno como Roma, en sus líneas me contaba lo contrario. Yo no lo creía. Era imposible que hubiera mezquindad en el amor. En Roma no había nadie esperándome y en mis manos tenía un papel con un teléfono falso. No volví a Roma hasta 50 años después. Allí supe que en ciertos lugares dejamos siempre un poco de nuestra alma. Mis sentimientos y mis llantos volvieron como un boomerang a ahogarme entre las piedras.
Se ve un relato muy trabajado. Muy sentido. Mucha suerte 🙂
Gracias Juan Antonio. un abrazo
Lourdes, triste y romántico a la vez, pena de no disfrutar de Roma con 19 años, aunque fuera con otros, desperdicio de lencería fina.
Un beso
Gracias Ana y Epifisis. Con 19 años se viven las cosas con tanta intensidad que me encanta hablar de esos temas. Merecen la pena las grandes pasiones aunque vayan seguidas de grande decepciones. La vida es emoción y la literatura se nutre precisamente de todas esas grandes emociones. Y si, Françoise Sagan fue un ejemplo de sufrimiento pero también de alguien que no tuvo miedo a sentir. Un abrazo
Lourdes, sí merece la pena vivir con la intensidad de los 19 años, aunque después vengan las decepciones. Una historia triste y bonita, al mismo tiempo. Mucha suerte. Un abrazo.
Gracias Luisa. Un abrazo