45. A mi hermano in memoriam (María José Escudero)
Mi hermano era un niño frágil y reservado, una bendición según su tutor que lo tenía en gran estima y se empeñaba en que hiciera permanencias por las tardes. En casa agradecíamos mucho su interés por la educación del chaval y solíamos obsequiarle con alguna tarta que yo mismo elaboraba en la pastelería donde trabajaba los fines de semana para costear mis estudios y de la que, además, el susodicho era cliente habitual.
Mi hermano tenía nueve años y su ingenuo razonamiento no le permitía comprender ciertos castigos: “Ves lo que me haces hacer”, repetía el depravado tutor cada vez que lo asaltaba. Y un día, al regresar de clase, corrió a esconderse, y se quedó para siempre ovillado en la oscuridad. Lo abrazamos con inquietud, lo sonsacamos…y atamos cabos. Demudada, mamá acudió al colegio y el padre director le rogó discreción. Es decir, silencio. Pero yo conocía otro punto flaco del sujeto y cada domingo, dominado por una rabia feroz, incorporaba dosis discretas de veneno en sus dulces encargos. Y terminé la carrera en la cárcel.
Mi hermano nunca consiguió sanar su trauma, por eso, yo decidí romper el silencio y lo conté todo en mi primer libro.
Hay conductas que no tienen justificación, ante las que no cabe el silencio, sino sacarlas a la luz, por dolorosas que sean para las víctimas, para que no vuelvan a repetirse. Encubrir lo que nunca tendría que haber sucedido genera frustración, daño psicológico y afán de venganza, convierte en malvados a quienes no lo eran. No es que justifiquemos a este novelista y narrador de la historia por lo que hizo, la violencia en cualquier forma y la venganza nunca son buenas consejeras, pero la impunidad tampoco es de recibo, no lo puede ser, menos en quien abusa de su posición y lo hace a escondidas, con el más débil, de la manera más hipócrita y cobarde posible.
Creo que muchos compraríamos ese primer libro, con el mismo interés con el que se lee este relato que tanto transmite.
Un abrazo y suerte, María José
Bueno, duro y realista a partes iguales. Nada me repudia más que un “educador” abuse de su condición.
Quería decir repugna, no repudia.
Hola, Ángel. Como bien dices hay conductas que no se pueden justificar de ninguna manera. En él acaso de abusos cometidos contra menores ya sea por el clero o por quien sea, son escandalosos y por supuesto, intolerables. Y efectivamente, la violencia no es la herramienta, pero bueno aquí es un arranque de rabia de ficción. Es mas útil y más terapéutico romper el silencio, denunciar porque no son culpables, son víctimas. Y lo cometido contra ellos no es un pecado, es un delito.
Muchísimas gracias, Ángel por tu comentario, por este detalle de acercarte y dejar tus palabras siempre amables y certeras y que nos animan tanto. Un brazo 🤗
Hola, Edita. Tienes razón, es repugnante. Aquel que no respeta a un niño se define así mismo como un ser indeseable. Y su comportamiento es delictivo. Imperdonable.
Muchísimas gracias por leer y por el comentario, Edita. Besos.🤗
Hola, María José.
Una dramática historia de esas que te dejan descolocado.
Un afectuoso saludo con todo mi aprecio. Suerte.
Hola, Barceló. El tema es terrible. Por eso hay que sacarlo a la luz, romper el silencio. La escritura ayuda mucho y por eso el narrador lo utiliza, no sólo para denunciar también como terapia.
Muchas gracias por leer y por el comentario. Me alegra mucho tu visita. Un abrazo desde Santander 🤗