50. A TROMPICONES (Petra Acero)
¿Te conté que de pequeño quise ser emigrante?
—Mamá, ¿dónde están las golondrinas?
—Se han marchado a un lugar mejor.
—¿Se han muerto, como la abuela?
—¡No, cariño!… Han emigrado en busca de sol y comida.
—¿Están de vacaciones?
—Algo parecido.
Algo parecido a unas vacaciones. Eso era para mí emigrar. Por entonces, también creía en los Reyes Magos.
Velando su maleta, aquellos nidos vacíos ensombrecen mi ánimo. Las paredes se pierden en claroscuros. Los muebles, cabizbajos, siluetean futuros mustios. No duermo, parpadeo a trompicones… ¿Recuerdas, querida? ¡A trompicones! Como el vespino que nos unió a ti y a mí en el instituto. Como el tocadiscos y el seiscientos de tu padre. Como nuestras primeras caricias descompasadas. A trompicones, como aquellos ecos entrecortados de hace veintiséis años: respira-empuja, respira-empuja, respira, ¡respiraaa!
Velo su maleta y reniego de mi suerte. ¡Ojalá no amanezca! Pero el salón me reta en púrpuras, magentas y naranjas: suena el despertador… ¡Maldita crisis!
Mis lágrimas recuerdan: “¿Dónde están las golondrinas?”. Él se acerca. Nos abrazamos. Carraspeo y, a trompicones, me despido:
—Serán como unas vacaciones —susurro envejecido—… Bye, good-bye.
—¡Volveré, papá! —me sonríe de medio lado, como hacías tú—. I love you dad.
La emigración obligada, un exilio verdadero marcado por la necesidad, todo lo contrario a unas vacaciones. Una sociedad que provoca desgarros en las familias, que obliga a enviar lejos a sus mejores y más preparados miembros, quienes estaban llamados a mejorar el futuro. Un relato compuesto por pinceladas vitales contadas con mucha fuerza, momentos importantes que van conformando una vida, hasta llegar a una situación inevitable e injusta, lo más lejos de un buen guión o un camino llano. A trompicones inciertos y dolorosos, así vamos.
Un relato que pone a las claras el desasosiego de una realidad cruda y sin visos de solución, por mucho que otros, utilizando eufemismos como el de ser emprendedor, quieran maquillar.
Un abrazo fuerte, Amparo. Suerte
Madre mía, Ángel. Tus comentarios me alucinan (eres bueno hasta en esto 🙂 ). Me alegra leer cada palabra que has escrito: un profundo análisis del relato. Captas profundamente el significado, el trasfondo de cada expresión, de cada giro e imagen.
Gracias, Ángel, por todo ello: por tu generosa lectura y comentario.
Un abrazoooo grande.
Nos vemos pronto, ¿no?
Hola, Amparo.
Un cuento dentro de otro y, hay que ver lo que contiene en tan pocas palabras. Fantástico el símbolo y la metáfora de las golondrinas relacionándolo con la emigración. Y las alas recortadas por la CRISIS. La familia, como valor fiable. Y qué bien lo agitas y mezclas todo para dar lugar a un cóctel fabuloso. Por momentos, el lenguaje fluye largo y preciso como el río Tajo. Y, particularmente, agradezco mucho esos diálogos tan oportunos que prestan variedad adicional a tu texto. Por todo ello, mi honda enhorabuena. y un beso.
Hola, Martín. Muchas gracias por tu comentario. Qué bien que menciones la imagen de las «golondrinas» (el hilo conductor del relato, junto a los «trompicones» que da la vida). Encantada de que te haya llegado y gustado. Comentarios como el tuyo animan a seguir escribiendo.
Un abrazoooo
Pasado, presente y no futuro. Todo envuelto con alas de golondrina. Sentimental, doloroso…
(Revisa la pregunta “¿Reacuerdas, querida”, creo que se te coló una letra. 😉 )
Crees bien, Edita. Sobra esa «a». A ver si la puedo quitar.
Muchas gracias!!!
Un abrazoooo
Me ha encantado tu micro Amparo, reflejas una realidad dolorosa de forma original y preciosa, tocando sentimientos…,esos padres que se quedan con un enorme vacío y llenos de miedos y ese chaval que igualmente se enfrenta a ¿quién sabe qué?…, con todo lo que eso conlleva…,»Volverán las oscuras golondrinas..», ¡¡Ay Bécquer!!
Suerte y un abrazo.
Muchas gracias, Cristobal. Me alegran tus palabras y tu análisis del micro. Esa es la esencia de la narración.
Ah, y la mención de Bécquer :), me ha encantado.
Un abrazooo para ti.
Las separaciones que marcaron una época y a varias generaciones vuelven para nuestra desgracia. Y no voluntariamente como quería alguien hacernos creer hace unos años. Movilidad exterior, le llamaban. Muy bien contado, Amparo. Un saludo y suerte.
Hola, Jesús!
Ya te echaba en falta 🙂
Las migraciones obligadas siempre desequilibran, angustian…, pero cuando además mueven a la población joven, al futuro de un país, aún es más penoso familiar, económico, culturalmente.
Bueno, que muchas gracias por venir por aquí y comentar.
Un abrazo.
Amparo, dolorosa realidad el tema de esta ocasion. Lo has llevado con buen ritmo, poesía, y originalidad. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda!!!
Este tema nunca podrá ser agradable o deseado, incluso cuando para alguna de las partes pueda ser esperanzador, siempre conlleva cambio, separación, ruptura…
Un abrazoooo
Hola vecina! También tu relato es triste pero es que es difícil sacarle alegría al tema.
Me gustan las golondrinas, el tocadiscos, el seicientos… Bueno, me gusta todo.
Beso y suerte.
Holaaaa, Yolanda!!!
Cuánta razón llevas con lo de la tristeza del tema, como ya he comentado por aquí arriba, emigrar siempre conlleva el abandono de algo, de alguien, el cambio, desequilibrio… Aunque se pretenda cambiar para bien, y a veces suceda. Es difícil de aceptar y afrontar.
Un abrazoooo, vecina 🙂
Profunda amargura y pesimismo en tu logrado relato, con pinceladas de recuerdos bonitos (el tocadiscos del padre, por ejemplo). Difícil la sonrisa cuando se habla de emigración (aunque yo haya querido ofrecer una cara más positiva en mi relato). Enhorabuena, Amparo.
Un abrazo.
Un relato poético y triste, como es la emigración. Nadie emigra por placer, lo hace por necesidad.
Felicidades y un abrazo fuerte, Petra.
Sí, sí, irse de vacaciones. Quizá lo que toque es volver, volver de vacaciones, probablemente sin cobrarlas y si la suerte le sonríe un poquito. Es una buena metáfora la de las golondrinas, que emigran buscando climas menos agresivos y comida. Un relato elaborado con mucho sentimiento y retazos tristes (el tocadiscos, el vespino, el seiscientos) y ya en el desguace de una vida pasada.
Enhorabuena y suerte Amparo. O Petra…
«Trompicones», para quienes vivimos por estas latitudes es un término extraño, de hecho es la primera vez que lo leo.
Me gusta como puedes aunar vivencias y sentimientos en la brevedad de tu relato. Excelso amiga…
Te dejo un gran abrazo deseándote suerte. Luego de leer los comentarios no puedo agregar nada, si que espero poder algún día volver a compartir letras contigo.
Con tu buen hacer de siempre, nos llevas en volandas a lomos de tus golondrinas por un relato triste, doloroso, que no deja indiferente.
Mucha suerte Amparo.
Un abrazo.
En la primera lectura me he perdido, no he podido identificar al narrador, ni a los personajes. Veamos. En la segunda lectura comprendo algo más pero no todo. De algún modo me pierdo pues no sé ubicar a los personajes. Creo que se trata de un viudo que está en vela porque a la mañana el hijo se marcha como emigrante y que le habla a su mujer fallecida. Pero me cuesta, estoy lerdo. Al margen de eso, como padre con hijos emigrantes, lloro. ¿Volverán algún día? ¿Viviré por entonces? Besos y nos vemos pronto, llévate a tu chicarrón. Suerte.
Volverán las oscuras golondrinas…
Menos poético que los versos de Bécquer pero con la misma fuerza. Ya desde ese diálogo del principio.
Y los colores parece que refuerzan más el recuerdo de aquella juventud subida en un seiscientos.
Felicidades dobles, por relato y dibujo.
Suerte ♣
Qué buen micro Amparo, esas golondrinas que van y vienen y van. La vida que fluye a trompicones. Preciosa historia aunque triste.
Un abrazo