13. Aclimatados
Severino, sentado en una roca y cerca de su hijo, vigila el horizonte. Hace meses que la escena se repite cada tarde al tiempo que el Sol cae sobre los cerros secos, sobre el triste campo amarillo. La charca donde saciaban su sed las cabras está seca y, a lo lejos, pueden verse todavía los restos del bosque calcinado. Treinta años había tardado en crecer aquel hayedo.
—Treinta años, se dice pronto—piensa el viejo mientras se limpia el rostro con un pañuelo tan retorcido como las venas de sus manos. Igual que todo el mundo, saben que fue provocado y Severino, que siente muy cerca la rabia impotente del muchacho, le da palmadas suaves en el hombro para infundirle calma.
A veces, se cruzan las miradas y se interrogan resentidas: Acaso hubiera sido mejor marcharse. Acaso debió dejar que se marchara. Luego, tras un gesto de cabeza y un ademán de impaciencia por parte del hijo, entrarán en la casa a ver qué dice el parte y, entre cristales polvorientos, mirarán al cielo y esperarán con ansiedad a esa lluvia que no llega, porque saben bien que “el que en abril no riega, en mayo no siega”.
Las gentes del campo sufren en directo el daño que le estamos haciendo. Pero el que vivamos de espaldas a esa realidad, en el falso Refugio de las ciudades, no significa nada. La destrucción sigue y no hacemos nada por evitarla.
Un relato duro pero tan real que asusta.
Efectivamente , deberíamos ser más conscientes de este problema, porque proteger e medio rural es protegernos a nosotros mismos. Es una emergencia .Muchísimas gracias, Rosa por leer y comentar. Un abrazo🤗
El campo cada vez se vacía más, porque las condiciones se vuelven más duras, no hay alicientes, ni suficientes ayudas, no se toma conciencia verdadera de lo que sucede y nos afecta a todos, no solo a un sector concreto, vivimos en el corto plazo. Dicen que el ser humano se acostumbra a todo, pero ni tus dos personajes, seguro que trabajadores y austeros, pueden ser capaces de lidiar con la desolación progresiva, con el abandono general de lo que debería cuidarse con mimo; aclimatados sí, pero hasta cierto punto. El sabio refrán final es el broche perfecto, casi como un micro en sí mismo. A este paso, sobrarán todas las palabras, porque solo quedará silencio.
Un relato sobre una triste y muy preocupante realidad. Todo lo que sirva para concienciar, y las imágenes y sentimientos de tus protagonistas lo consigue, es bienvenido.
Un abrazo y suerte, María José
Las dificultades de vivir en el campo unido a la emergencia climática incentivan el abandono del mismo. Se necesita concienciación y ayuda, mucha ayuda. Como bien dices, es un problema que nos afecta a todos. Muchísimas gracias por acercarte, Ángel y muchísimas gracias también por tu dejar tu reflexión o comentario. Abrazos 🤗
Pues sí, María José, la España vaciada se vacía por muchas cosas. Además, ahora con la escasez de agua y los campos resecos es normal replantearse si no sería mejor haberse marchado.
Mientras tanto, en las ciudades seguimos viviendo como si tal cosa, e incluso derrochando agua.
Un micro tan realista y actual como necesario.
Un abrazo y suerte.
Estamos expuestos a la desertificación y en consecuencia a la pérdida de la actividad agrícola. Y encima, nos hemos acostumbrado a soportar frecuentes incendios forestales que, lamentablemente, casi siempre son provocados. Una ruina que , efectivamente, hay que replantearse. Muchísimas gracias, Rosalía por leer y aportar tu reflexión. Abrazos🤗
Hola, María José.
Un relato, como todos los tuyos, muy bien contado.
Igual que con el significado de esta palabra tan compleja que sirve de referencia para la convocatoria, no es necesario decir nada, sólo observar ese paisaje demoledor que contemplan los protagonistas, para entender lo que significa.
Un cálido saludo y mucha suerte.
Hola, Ángel. Gracias por leer y
por tus palabras tan generosas.
Nos veremos pronto. Un abrazo y de nuevo, gracias 🤗
Hola, María José,
¡Qué pequeña-gran historia tan bien contada! Ha sido toda una vida familiar en pocas frases. Me has hecho ver ese campo, esos animales, esa pequeña esperanza tras los cristales. Todo ello, hablando con pequeños gestos y miradas. Las palabras elegidas han sido las exactas y tu metáfora «un pañuelo tan retorcido como las venas de sus manos» es magnífica, incluso imprescindible. Te felicito.
Nos leemos.
Hola, Isabel Cristina. Me alegra muchísimo que te haya gustado el relato y te agradezco también muchísimo la la visita y ese comentario que me anima tanto. Un abrazo y nos leemos 🤗