Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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65. ADOLESCENCIA DE UN DESTINO

Todos esos minutos vacíos entre clase y clase posando los ojos en todos sus movimientos para luego llegar corriendo a casa, cerrar la puerta de la habitación y buscarse uno mismo.

Esta vez eran los celos. Unas bocas desobedientes. Unos labios inexpertos, primerizos, donde la lengua, la curiosidad y la saliva se estorban y se encuentran como en un trabalenguas sin saber todavía cual era su sitio.

Sin la vergüenza del pudor. En medio del recreo.

Aquel beso era la traición del tú sobre el yo, al nosotros, al para siempre, a la primera vez. Es el fin. El del mundo también.

Había llegado el momento de madurar… Se lo repetía a si mismo una y otra vez.

Estaba sentado en el alfeizar de la ventana con el porvenir a cuestas. Con los pies en el aire. Dándole vueltas de cómo esquivarlo.

Todo estaba dispuesto: proclive (tictac, tictac…), predeterminado (tictac, tictac…).

Como si el libre albedrío, con su voz apagada, se hubiese venido abajo: y los tictac ahora se habían convertido en

Tic,

tac,

tic,

tac.

La respuesta estaba en la cornisa.

tic,

tac,

tic,

tac.

La curiosidad se precipitó en la flaqueza:

TIC,

TAC,

T…,

CHOP.

2 Responses

  1. Rosalía Guerrero

    Qué terrible el mal de amores en esa edad, y qué bien lo cuentas, pero tengo que decir que esperaba otro final para el desdichado muchacho… Me quedado con el corazón encogido.
    Un abrazo y suerte.

  2. Isabel Cristina Fernández Sánchez

    La pena de un desamor es obligatorio para atravesar una adolescencia normal; tiene que haber algo más para ir a ese balcón. Me encanta esta frase: «Estaba sentado en el alfeizar de la ventana con el porvenir a cuestas»
    Nos leemos

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