35. AL FIN SOLA
Juan la vio subir por la barandilla del balcón, de espaldas a aquel precioso mirador. También la vió crear su propia telaraña con largos hilos de seda.
Cada día, al volver del trabajo, observaba cómo atrapaba su presa y la desmenuzaba con sus dientes y garras, observaba cómo la desmembraba antes de llevársela a su estómago. No se atrevía a contárselo a nadie, pero la verdad es que estaba orgulloso de ella, le demostró ser una buena cazadora.
Bela, así la llamó, era hermosa. Tenía el cuerpo redondeado y bien abultado, de color negro, con unos pequeños lunares rojos de los que presumía a diario mientras restauraba su fino telar. Crecía apresuradamente, feliz.
Aquel día, como siempre, la buscó y la llamó para ofrecerle su bicho favorito. Bela apareció por detrás, sin dejarse ver y con sus picos encorvados le mordió en el cuello para dormirlo. Poco a poco lo despedazó y lo digirió.
La fascinación de un hombre por un arácnido fundamenta buena parte de tu historia, como quizá también el mensaje de que no hay enemigo pequeño, además de la certeza de que existen animales que no pueden adoptarse como mascotas, ya que, si tienen ocasión, no discriminan y solo se dejan llevar por su instinto, de manera que el supuesto cuidador se convierte en presa. La ley de la naturaleza, que no es otra que la de la evolución, la de que el más fuerte sobrevive, es lo que se impone.
Un saludo y suerte con tu relato de inquietante final, Isabel
Antropomorfizar a los animales, en este caso, a un bicho, es un arma de doble filo, porque se pierde la objetividad y, con ello, dejamos de ver el peligro que representan: «Al fin sola» dice Bela la viuda negra, con la panza llena, sabiéndose, ahora sí, la dueña del balcón…
Como buena aracnofóbica que soy, el micro me ha puesto la piel de gallina, jaja, no obstante, Isabel, te requete-super-felicito.
Besotes😘😘😇😇
Muchas gracias a los dos por leer y sobre todo por comentar porque habéis descubierto en mi micro algunos detalles que, ni siquiera yo, sabía que estaban ahí. Es verdad que, a veces, el relato tiene vida propia.
Haya amores que matan, ya lo dice el dicho y también dice que el amor es ciego. En fin…
Muy buen texto, Isabel Cristina. Un saludo.
Qué curioso: en tu relato y el mío la soledad y la felicidad son conceptos importantes. Sin embargo, los relatos son totalmente diferentes. Me gusta bastante más el tuyo.