76. AL FINAL…SON COMO HIJOS
¡En el congelador hay Manolo para rato! le grito malhumorada a mi marido mientras cocino unas míseras espinacas con garbanzos.
¡Tú y tu manía de poner nombres a los animales que criamos en la granja! ¡Nos estamos volviendo vegetarianos por tu culpa!
Paso porque cuando son pequeños vivan con nosotros y les sentemos en la mesa, dándoles el biberón. Que en la adolescencia les dejes acampar libremente en el salón y que hasta veas partidos de fútbol con ellos tomando una cerveza tirados en el sofá los domingos…pero mira que te lo dije…
¡No les bautices, que luego se les coge cariño y no nos los podemos comer!
Sigo gritándole enfadada mientras me acerco a la despensa y veo los cinco congeladores que hemos comprado en los últimos tres años y pienso en Manolo…por lo menos no está sólo. Le acompañan Pepe, Luisa, Clara y los más de quince cerdos que hemos criado y alimentado para luego, en noviembre, mandarlos matar. Ni unos tristes chorizos hemos podido probar sin que el remordimiento nos acompañe. Eso sí, siempre estarán con nosotros, en nuestros arcones.
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Esta pareja tan sentimental va a tener que cambiar sus esquemas o comprar más congeladores, puede que hasta una nueva casa donde albergarlos, eso sin contar el precio al que está la electricidad para mantenerlos en funcionamiento. No es lo mismo comer un pollo de corral al que no conoces, que otro que ha sido casi parte de la familia.
Divertido relato, con dosis de reflexión, que seguro que agradará a lectores vegetarianos.
Un abrazo y suerte, Chus
A ti por el comentario. Se agradece tu pinto de vista
Bueno país de matanzas con tradición de engordar animales para las grandes fiestas y compartirlos con los demás. La inmortalidad está asegurada, al menos el tiempo que duren los chorizos.Suerte Chus
Un micro divertido con un punto surrealista. Lo único que se me ocurre es que si no los van a comer, al menos que los dejen vivir. Y de paso se ahorran comprar más congeladores, y bajan el recibo de la luz.
Un abrazo y suerte.