20. Alada obstinación (Juana Mª Igarreta)
Una moscarda azul lleva días instalada en el salón de mi casa. Sabedora de que estos insectos están disminuyendo, lo que al parecer es una clara evidencia del cambio climático, he aprendido a mirarlos con cierta consideración. Antes, su sola presencia desencadenaba en mí una intensa sensación de repelús y, pertrechada de escobón o bayeta de polvo, encaramada sobre las sillas o inspeccionando bajo los muebles, no cejaba en su persecución hasta hacerme con la presa. Ahora, a mis ochenta años, con la ventana abierta y suaves movimientos de mis manos, intento persuadir a esta criatura para que recupere su libertad; ella, obstinada, se resiste una vez tras otra y sigue jugando al escondite, a veces llenando la estancia de un grave zumbido.
Esta mañana un tímido rayo de sol se cuela entre las cortinas impactando sobre “Azul”, uno de los libros que habitan la estantería. La moscarda se ha posado en él, exhibiendo su brillante caparazón aturquesado y las transparentes filigranas de sus alas. Yo me pregunto, ¿estará ya jubilada de su función polinizadora? He leído también que ayudan a la descomposición de los cadáveres. Espero que no sea el mío.
Creemos que siempre somos los mismos, sin querer pensar demasiado en que, al tiempo que los años avanzan, los cuerpos se deterioran, como también varía nuestra manera de pensar y actuar. Tu anciana protagonista reacciona ante un pequeño insecto de forma distinta a como lo hacía cuando era joven. Seguro que esa mosca, quizá descendiente de aquellas otras, actúa de forma similar a la de sus antecesoras, es igual de obstinada y zumbadora, pero la mujer sí que ha cambiado, se ha vuelto menos enérgica, más reflexiva, alguien a quien le asaltan pensamientos asociados a su final, que siente más cercano y no quiere que aún llegue.
Acabo de leer el relato «Azul», de María José Viz, que también hace referencia a esa obra emblemática de Rubén Darío, a quien las dos, desde perspectivas muy distintas, rendís homenaje.
Una historia sobre el paso del tiempo y las maneras cambiantes de percibir la realidad.
Un abrazo y suerte, Juana
Un golpe de humor negro para cerrar una historia muy amena e instructiva, con una abuelita interesada por la ciencia y el momento actual.
Mucha suerte, Juana.
El besito virtual que no falte.
No deja indiferente cómo se observa el final de la vida. Un saludo.
Atosigante y muy bien llevado relato.
Suerte Juana Mª!
Me ha gustado tu relato, Juana Mª. Muestra una vejez sabia, sensible, observadora y que se hace preguntas trascendentes. Consigues que el lector se ponga en la piel de la protagonista y empatice con ella. La última frase sugiere vitalidad. Necesitamos muchas personas como tu protagonista. Enhorabuena.
Un abrazo y mucha suerte.
Muchísimas gracias por vuestras generosas e interesantes palabras. Espero que sigamos en el 2020 leyéndonos en este estupendo rincón de letras. FELIZ NAVIDAD A TODOS. Un abrazo.
Dos grandes poetas coetáneos se esconden entre las líneas de tu relato: Rubén Darío con su «Azul», de forma expresa, y Antonio Machado con su poema sobre las moscas «impertinentes, fugaces», evocando las distintas etapas de la vida.
Tu protagonista aún tiene fuerzas para bregar con esta moscarda de alas turquesas.
Me ha encantado, Juana.
Feliz Navidad y suerte.
Besos.