48. Alas Prestadas
Un estremecimiento contrajo mi cuerpo dejándolo dispuesto a batir las alas desde la quietud del sueño. Con suavidad, para que el despertar no rompiera la magia, me eleve bailando con la fresca brisa azul de la madrugada hacia la gigante nube gris guardiana del arco iris, que consciente de su custodia, lo protegía tejiendo una red rosa y dorada con los tempranos rayos de sol con que despertaba la mañana.
Ascendí hasta su plomiza y algodonosa muralla haciendo cabriolas de alegría, buscando provocar su risa cómplice. Mi aleteo juguetón cosquilleaba sus muros que, divertidos, abrían caminos provocados por su lluvia de sonrisas placidas, y caían trasformadas en agua fresca, cantarina…, regaban la madrugada.
La nube gigante gris acompañaba mi vuelo y danzaba al ritmo de la coreografía que susurraba el viento; se estiraba, hacia volutas que se deshilachaban formando pequeñas nubecillas blancas, rosas y doradas desde las que se asomó el arco iris, que curioso, me abrazo con sus colores y yo le acaricie con mis alas.
Después descendí, acunada por la brisa de esa lluvia tornasolada.
Termino mi vuelo, termino mi sueño, y le devolví al ángel sus alas prestadas.
«…y los sueños sueños son.»
En ocasiones los sueños son alas que nos permiten ir más allá. Sentir lo que nos gustaría sentir, ver otros mundos, otras personas, revivir el pasado, probar un posible futuro. Delicioso vuelo, Fuencisla. Suerte y abrazos.