66. Almas caritativas
A nuestro vecino no parece importarle que ese tipo vestido de negro arañe su puerta cada noche hasta el amanecer con el filo de una guadaña. Nosotros también estamos acostumbrados a las perrerías del cobrador del frac, solo que el nuestro es más discreto y se disfraza una vez por semana, en riguroso horario de oficina. Este debe de pasar hambre. Mi mujer ya tiene pena y me apremia para que le invite a pasar, que un plato de sopa más o menos no nos sacará de pobres. Estoy pensando que sí, que basta ya de soportar los chirridos de esa herramienta endemoniada.
En cuanto la Muerte se sienta a la mesa de nuestra cocina comprendemos nuestro error; ni tiene apetito ni eso que gime en su interior como almas en pena son sus tripas.