74. Amor de verano
El verano se acaba y, con él, mi trabajo en la heladería. Es una playa tranquila, de abuelos y nietos y de mamás solas con su carrito. Tardes larguísimas, esperando ver colarse el sol, entre las partidas de dominó de los viejos y videollamadas mostrándole a papá cómo se baña el peque. Cuando termino mi turno, el mar en calma apenas me refresca el cuerpo.
Pero cada tarde entra una clienta, Alicia, una chica rubia de ojos grandes y sonrisa generosa. Me cautivó desde el primer día que la vi. Siempre pide un helado de tutti frutti y turrón. Mi primo, que lo sabe, deja que la atienda yo. Intento en vano llamar su atención. He probado a llenarle mucho la tarrina, a cambiarle algún ingrediente; le he puesto sombrillitas y cucharitas de colores; le ofrezco mi mejor sonrisa. Pero nada; paga y se despide con un ademán de manos. Yo la sigo con la mirada hasta que un codazo me devuelve a la realidad: hay más clientes. Pero hoy será diferente; es ahora o nunca.
_ ¡Hola, Alicia! Tú helado. Si vas esta noche a la verbena, allí nos veremos. Ahhh, por cierto, mi nombre es Ana.
El amor no distingue edades ni géneros, es un torrente que, cuando se presenta, no ew posible eludirlo. Otra cosa es que sea correspondido. Las circunstancias no siempre coinciden y el corazón no siempre concuerda.
Un saludo y suerte, Manuel
Gracias. Ánge . Por gastar tiempo en leer y animar a los aprendices . Se que eres un buen escritor, y una gran persona . Gracias. Un abrazo .
Gracias. Ánge . Por gastar tiempo en leer y animar a los aprendices . Se que eres un buen escritor, y una gran persona . Gracias. Un abrazo .falta la L .claro de novato . Perdón Ángel.
No hay nada que perdonar. Discúlpame a mí una «w» revoltosa que se ha colado; es lo que tiene escribir con el móvil en días de asueto. Unos llevan más tiempo y otros menos, pero todos somos aprendices.
Gracias por tus palabras que no merez co, pero afradezco Un abrazo,
(Las erratas no se quieren ir).
Otro abrazo
Ay, el amor, entrando por la puerta cuando menos lo esperamos y dando una nueva dimensión a nuestra realidad. Por muy difícil que a veces parezca lograrlo, siempre será mejor que te den calabazas a no haberlo intentado siquiera. Puedo imaginar a estas dos chicas paseando de la mano, quizá compartiendo un paraguas, el próximo otoño. Mucha suerte con este dulce y refrescante relato, Manolo. Un abrazo.