62. APACHES
Poco después del dieciocho de julio, madre les prohibió adentrarse en el bosque para jugar a indios y cowboys, y cuando llegó septiembre tampoco pudieron volver a la escuela de paredes desconchadas –don Feliciano, el viejo maestro que les llevaba al campo a observar rapaces y huellas de alimañas, había desaparecido–.
Desde entonces, las mellizas pasaban los días enteros en el desván cazando bisontes con sus arcos, asaltando carruajes y reduciendo cabelleras de enemigos, mientras madre vigilaba insistentemente por la mirilla.
No fue tanto la brusca irrupción de madrugada, los empujones de aquellos rostros pálidos con uniformes verdes y fusiles, el crujir de sus arcos pisoteados por las botas metálicas. Lo más hiriente fue que las llamasen rojas inmundas, mientras las sacaban a rastras hasta un furgón.
Ellas no eran simples pieles rojas.
Eran guerreras apaches.
Me parece buenísimo, la verdad. Muchas felicidades