42. AQUÍ NO HA PASADO NADA (Ana Tomás García)
Si hay algo que odio es freír huevos sin parar para todos y cada uno de los comensales, colocárselos sobre las patatas fritas y oírlos comer con la mayor de las satisfacciones mientras yo sigo fríe que te fríe, con lo que me gusta a mí hacer lo mismo que todos ellos, sentarme a la mesa y disfrutar de mis pitanzas sin preocupaciones. Pues no. Aquí estoy, agotando la docena y rezando por que quede al menos uno para mí, y mira por donde, el último es mío y lo agarro con delicadeza, no vaya a caerse, y lo casco sobre la sartén de aceite caliente, y aunque mis patatas ya están frías, concentro todas mis esperanzas en el delicioso huevo frito, pero se rompe la yema y se pega el maldito al fondo de la sartén. Y lo destrozo con la espumadera, y lo arrojo con una furia infinita al cubo de la basura, y tiro también las patatas y rompo el plato en el fregadero. Silencio. Todos me miran y callan. Me atuso el pelo, cuento hasta diez y me preparo solemne un bocadillo de sardinas en lata. Y aquí, aunque me pese, no ha pasado nada.
El acceso de ira de tu protagonista, en medio de una escena cotidiana y tras un pequeño percance, es comprensible. No es justo que alguien que lo da todo no reciba nada. Al mismo tiempo, es admirable su capacidad para, una vez desahogada y sin pasar a mayores (más que romper un plato y poco más), se conforme, opte por otra alternativa y concluya diciendo: «No ha pasado nada», buen título también.
Un relato sobre esas sufridas madres de familia, que durante tantos tiempo han sido (y continúan siendo) el cimiento de la sociedad.
Un abrazo y suerte, Ana
Paciencia infinita y resignación infinita la que demuestra esta mujer a pesar de su frustración. Además consigue aplacar rápidamente ese amago de ataque de ira. Mucha suerte
Sí, menos mal que cuenta hasta díez y soluciona rápido. Gracias, Gloria, un abrazo.
Ay, esas madres de familia, lo que llevan encima. Gracias, Ángel, un abrazo.
esta interesante este contenido
Gracias, Basileo. Un abrazo.
Cuánta ira puede haber en nuestro silencio, cuando te reconcomes y te muerdes la lengua, pero no dices nada. Entiendo muy bien a tu prota y su historia. Suerte, un abrazo.
Sí, cuántas situaciones cotidianas se nos presentan a lo largo del día como para tener un ataque de ira y nos tragamos por evitar males mayores. Gracias Elena, un abrazo.
Y, para colmo, seguro que nadie ha tenido la decencia de esperarla para comer. Es cierto que la cocina, por experiencia, genera momentos de ira cuando todo parece salir mal y las ganas terminan pegadas o requemadas en el fondo de una sartén. Me ha encantado cómo está narrado. Todo es muy vívido. Mucha suerte y abrazos, Ana.
La escena es tan cotidiana que es fácil reconocerla, aunque hay que estar en la cocina para saber lo que se cuece en ella, como bien dices. Gracias, Rafael, un abrazo.