09 Ascenso
La idea de alzar el laberinto lo cambió todo. O casi todo. Desde aquel día vamos hacia algún sitio; hacia arriba, en concreto. Te aprendes el camino más corto a base de resbalar y caer. El reto ya no es llegar al corazón del laberinto, sino alcanzar el extremo más alto. Durante la ascensión te cruzas con otras mujeres que ya han hecho cima y que apenas hablan. Yo soy ahora una de ellas. Las que suben son más jóvenes y aseguran la cuerda con una habilidad pasmosa. No tiene por qué pasarles lo mismo que a mí, así que les digo que falta poco. Semanas, meses, pero llegarán.
Lo que no les cuento, por no desanimarlas, es que en ese extremo hay un muro de cristal resistente a los golpes de piolet, o que, al otro lado, sobre ti, sólo ves suelas de zapatos. Además, ellos no suelen mirar hacia abajo mientras caminan. Por suerte, Jaime ha pasado cuando yo golpeaba el cristal y me ha reconocido. Hacía mucho que no nos veíamos. Se ha agachado y ha dicho algo que no he entendido bien. No sé si era “ánimo” o “ascensor”. Luego se lo preguntaré, en casa.
El tristemente célebre techo de cristal es un hecho. Tu protagonista lo sabe por experiencia propia, así como por las de quienes le precedieron y las que llegarán después, porque nunca acaba de romperse del todo, por frágil que parezca su material. Esperemos que este personaje, al menos, tenga en Jaime algún apoyo.
Un relato actual, una realidad contada desde la fantasía, con mensaje de reivindicación justa.
Un saludo y suerte, Elena.
Buena apuesta Elena algo triste y reivindicativa esa realidad que relatas y que sigue siendo tan cierta, incluso dentro del mismo hogar. Esperemos que, poco a poco, no haya necesidad de tanto piolet, ni tanto grito y que nos miremos a los ojos desde la misma altura. Queda mucho por hacer. Suerte!