78. Asignatura pendiente
Nunca he llevado bien lo de perder, desde niño cuando me comían una ficha jugando al parchís me levantaba de la mesa y les dejaba plantados al resto de jugadores. En la adolescencia no soportaba que me robaran a la chica que me gustaba en la pista de baile. Esta mañana cuando he llegado al trabajo, donde he dado los mejores años de mi vida, me dicen que van a apostar por dar una oportunidad a los jóvenes. Y quién me la va a dar a mí con más de cincuenta a mis espaldas. Así que loco de ira he arremetido contra los cristales de la empresa hasta que no ha quedado ni uno entero. Aquí estoy sentado en la puerta de casa esperando que llegue la policía por los desperfectos causados, aunque quizás hayan hecho la vista gorda. Después de todo, les sale más barato el cambio de ventanas que mi despido.
Hay que saber ganar, desde luego, pero resulta infinitamente más sencillo que lo contrario. Tu protagonista es dado al berrinche cuando las cosas no le salen como desea, aunque en este caso puede que le sirva para que, al menos, no le despidan. El recurso del pataleo, que le llaman, es el último, pero puede que funcione en una empresa en la que solo piensan en beneficios, o en minimizar las pérdidas lo más posible. Es posible que a las ventanas tampoco les viniera mal un cambio.
Un abrazo, Blanca. Suerte
Gracias Ángel por tus palabras.
A veces, cuando crees que tienes la razón de tu parte, puede resultar beneficioso una pataleta. Desde luego que las ventanas van a lucir mejor a partir de ahora.
Un abrazo
A veces el vaso de la paciencia rebosa y se reacciona inesperadamente. Buena propuesta. Un abrazo, Blanca, y suerte.
Muchas gracias Pablo por tu comentario.
Todos somos ese vaso de agua, unos se llenan más rápido que otros, pero cuando cae la última gota, explotamos.
Un abrazo