47. atic aremirP
La tormenta ha estallado mientras estábamos en la noria, dándole vueltas en silencio a lo nuestro. Después te has cansado de no verte en los charcos, has propuesto entrar aquí y ahora te escondes tras de mí. Evitas el reflejo del espejo abombado, te ríes del mío; suenas transparente, tan diferente sin clozapina en tus venas, y tiras de mí hacia el cuarto de los mil espejos. Hay cola para entrar. Apoyas tu cabeza en mi hombro. ¿A que ya no estoy loca?, preguntas. Te dieron el alta hace una semana, te tranquilizo, aunque echo de menos cuidar de ti en el patio del Centro y vigilar que las mellizas no se te acerquen. Nos toca, me avisas. Dentro, los espejos me muestran todas mis versiones y todas ellas visten una bata blanca. Mi silueta se repite hasta perderse en el punto de fuga. Tú has debido de quedarte fuera. Estoy intentando encontrarme cuando el chico de la taquilla llega con dos enfermeros. Cada uno de sus reflejos me pide que los acompañe.
Aquel yo asiente. Aquel otro también. Ese otro y yo sacamos la navaja a la vez.
Aún no sé contra quién la voy a usar.
Una mente perturbada percibe una realidad que no es la auténtica. Una cita, una visita a una feria o parque de atracciones, unas imágenes distorsionadas por cristales que producen efectos que no se corresponden con la verdad, visiones que para la persona enferma son auténticas aunque no existan, una dimensión paralela que le motiva a actuar de forma violenta y peligrosa.
Un relato que nos sitúa dentro de una cabeza que no funciona bien, que todo lo distorsiona, hasta el punto de ser capaz de destruir a la persona que ama.
Un saludo y suerte, Elena
Desde el principio ya suena truculento, que algo va a pasar, y eso se mantiene aunque, por un momento, pensé más en fantasmas que en un esquizofrénico a punto de rebanarle a alguien el cuello. Suerte!
Sin duda una locura esta primera cita donde los espejos distorsionan la razón y el final será incierto. Excelente relato.
Un gran abrazo y suerte.