36. Autopsia de un comienzo
Ahora reposan en la cámara de esta morgue con sus alientos intercambiados. Un lúgubre camión frigorífico los ha traído hasta aquí. Encontraron sus cuerpos entrelazados muy cerca del glaciar. El alud sepultó los últimos abrazos bajo la nieve. Perdidos en besos y caricias, la ventisca los desorientó. Un aire gélido acompañó sus juegos de seducción. Huyeron juntos de la frialdad de aquel congreso. Ambos percibieron el final del invierno en sus corazones. A ella le enamoró el azul ártico de su mirada; a él, la frescura de su sonrisa. Ella sintió un escalofrío cuando rozó su piel. Él susurró algo a su oído para romper el hielo. Temblando, se había acercado a ella.
Nunca una autopsia reveló tanto calor humano previo en unos organismos ya inertes, sepultados, paradójicamente, por el frío, cuando más se llenaban de cálida vida.
En todo comienzo está escrito el final, las circunstancias son las que marcan cuánto tiempo ha de transcurrir para que culmine lo que comienza. Quizá lo ideal sería congelar ese instante mágico de amor pleno antes de que el tiempo lo enfríe. Por suerte, hemos inventado la literatura para conservar lo que ocurre con sus matices, mejor aún que lo hace el hielo.
Un abrazo y suerte, Rafael
Un relato que no nos deja fríos a pesar de su gélida ambientación.
Excelente.
Suerte y abrazo.
Sensorial y lleno de matices, el amor de esta pareja, buscando su «eternidad».
Me ha llegado al alma.
Mucha suerte
El frío como soporte para conjugar el nacimiento de una relación sepultada por la eternidad. Genial, Rafael. Un abrazo y suerte.
Ángel, Rafa, María Jesús, Salvador, mil gracias por vuestros comentarios que tanto animan a seguir. Abrazos.