23. AZARES
Mientras la noche se amontonaba sobre la ciudad, él se vistió. Camisa blanca, arrugada; corbata raída de seda; zapatos de ante usado. En dos patadas se encontró en la calle, a la espera de un taxi que le llevó adonde, de manera imperiosa, tenía que ir. Un matón disfrazado de portero le dejó entrar, tras saludarle con el trato que se da a los asiduos. Una mirada rápida al lugar, que le era tan familiar, le ayudó a decidir en segundos a qué mesa se dirigiría. Eligió una alargada. Destacaban allí una mujer de ojos turbios, una pareja de rateros borrachines y una anciana vivaracha. Ocupó uno de los asientos vacíos. Sacó el fajo de billetes y colocó el dinero sin titubear encima del recuadro rojo. Durante el tiempo que giraba la bolita en la ruleta se le extravió el pensamiento por los abismos de su vida, recorrió brevemente las fisuras de su existencia. Interrumpió ansioso, como si en ello le fuera el destino, la enumeración de sus fracasos. No consiguió llegar al final del recuento de sus fallas antes de que el crupier, con una voz rutinaria, sin emociones, revelara el color que vestía esa vez la suerte.
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Lo apostó todo al rojo, después el azar decidiría si iba a poder disponer de efectivo para renovar su vestuario y, quizá, su vida, o por el contrario ese camino hacia la mendicidad, al que por su atuendo parece dirigirse, se confirma. Al rememorar su vida son más los fracasos que los aciertos. No sabemos mucho de él, pero sentimos que tiene alma de perdedor y es reincidente en el juego, dado que en el local le conocen. Lo que al final suceda queda abierto a la imaginación de cada uno. Puede que gane y termine por perderlo todo igualmente, o que gane y por fin lleve una vida ordenada, o que pierda y termine fatal.
Un relato abierto con muy buenas descripciones, que nos proporcionan pinceladas acerca de la personalidad del personaje, protagonista absoluto, con un desenlace que convierte a cada lector en un pequeño guionista.
Un abrazo, Mei. Suerte
(Contigo la página se ha vuelto roja-granate, qué cosas)
Algo me dice que mucha suerte no tiene, no creo que haya salido rojo (y los siento que conste). En cuanto a tí, tú la suerte no la necesitas… pero te la deseo, mucho
Excelente relato ei. Cuánto daño hace el juego en las familias y a todo ser humano. Com ya te dicen, el rojo no salió…
Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Ángel, Luisa y Nani, muchas gracias por vuestros comentarios.