Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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25 Breve teoría de sobremesa (Miguel Ibáñez)

Las manos ya parecen de vieja porque tienen manchitas marrones y yo se lo digo, pero se ríe sin ganas. Es broma, mamá. Sabe esconder las penas que lleva en el alma y en los ojos . Es una ausencia, una estrella fugaz que está en su mirada. Para ella es como la luz que enciendes un segundo por la noche cuando vuelves del baño y no quieres tropezar, ni tampoco despertar a nadie. Un fogonazo que ilumina las tardes en las que se sienta después de comer a ver la tele. Luego me iré a mis cosas y se quedará sola. La mesa la quito yo, descansa. No apagues. Cuando crispa las manos, da un saltito y sonríe, sueña con alguien. Siempre se queda dormida con la cabeza en la misma dirección, hacia la foto de papá del marco digital que yo le compré. Está muy sonriente, lleva el pelo negro y un traje gris. Tabarca, 1966. Agarra al tío Antonio del brazo, que mira muy serio hacia otro lado. Va vestido de soldado y es rubio. Como yo.

2 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    La teoría de este narrador que cuenta una historia en la que está implicado es, mucho más que una mera hipótesis, se trata de un hecho constatable. El tono del pelo revelado al final actúa como evidencia científica, que demuestra quién fue su padre biológico.
    La historia transcurre como un río suave, mansamente, con simpatía y cariño hacia esa madre, de la que aporta pequeños detalles, que acaban por encajar como un puzle bien ensamblado, certezas que confirman lo que solo parecía una conjetura, personal, una intuición.
    Que levante la mano quien no tenga algo que quiso y no pudo tener, que se sustituyó por algo diferente, también válido, pero nunca igual. Hay suspiros que hablan de aquello que podría haber sido y no fue; en este caso, una vida compartida con una persona diferente, que nunca desaparece de la memoria, por mucho que se le intente ocultar. Hay momentos en los que, de forma inevitable, se baja la guardia. En las sobremesas, durante la siesta, el subconsciente habla, como tú has hablado y muy bien con palabras en este relato, que deja la sensación de lo bien hecho.
    Un abrazo grande, Miguel.
    Suerte

  2. Paloma Hidalgo

    Miguel, dicen que solo los borrachos y los niños dicen la verdad, yo añadiría que la mirada de esta anciana, fija en el que fue su verdadero amor, también. Me gusta esta historia intimista de sobremesa, mucha suerte para ella.

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